ᴘᴀɴɪᴄ ᴀᴛᴛᴀᴄᴋ

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—Entonces ¿Qué crees que le pasa?— preguntó Naegi a Hinata, que había llegado junto a Souda a la calle atestada de máquinas y chatarra.

—Necesitaré hacerle una prueba de diagnóstico. Me tomará unos cuantos días, quizás una semana— respondió.

Acomodando un mechón de cabello blanco detrás de su oreja, Nagito suspiró, agradecido por descansar de la conversación con el menor.

Examinaba mientras, con curiosidad, como interactuaban los dos castaños.

—Supongo que no hay ninguna esperanza de que esté lista inmediatamente ¿Verdad?

Hinata cerró el panel de la antigua laptop.

—No habría problema, pero sin saber qué es lo que está fallando...

—Lo sé, lo sé— se balanceó sobre sus talones  —Tenía la esperanza ¿Pero cómo me pondré en contacto con ustedes cuando esté lista?

—Enviar un mensaje es muy peligroso, aún más que regreses a la isla ¿Y si permaneces aquí hasta el próximo fin de semana?

Nagito se sobresaltó.

—¡Claro que sí!— dijo Sonia llegando desde la entrada de la calle. Al parecer había escuchado parte de la conversación —Siento mi intromisión, pero es extraño tener visitas. Vivir en la isla todos los días es tan pacífico como monótono.

—Estoy de acuerdo con la señorita Sonia. Puedes venir nuevamente a mi zona de trabajo mañana, estoy todos los días y podría darte un recorrido. Sería... ¿encantador?— Souda buscó en la mirada de la recién llegada aprobación a sus palabras.

—No es necesario que...

—Sería un placer... — habló Komaeda interrumpiendo a Naegi, e inclinó la cabeza a modo de suplica, esperando que los mechones blancos que caían sobre su rostro ocultaran su sonrojo.

No se atrevió a ponerse a prueba nuevamente y mirarlo directo a sus verdes ojos.

Naegi le devolvió el gesto como señal de gratitud, avergonzado.

—Hinata ¿De alguna manera puedo pagar por toda su ayuda?— Le extendió su mano izquierda. Hinata correspondío el saludo tomandola con firmeza.

—No, gracias. Será un honor.

Makoto parecía estar a punto de protestar, pero dejó caer la mano. 

Poco después, Nagito observó como sus sombras desaparecían hasta dejarlo nuevamente solo con el mecánico. Sintió la presencia de la esperanza definitiva alejándose hasta pasar inadvertida. El suertudo dejó que sus músculos se relajaran.

Kazuichi se sentó y recogió las piezas de repuesto, frotándolas en su pantalón tipo cargo para quitarle el polvo. Revisó el cromado y pareció contento.

Nagito se permitió mirar de nuevo el horizonte, confiando en poder volver a ver a Naegi frente al paisaje tropical, antes de que el primer cosquilleo de vértigo se extendiera en su interior.

¡El héroe en persona!

Se le escapó una repentina carcajada. Había sido extraño. Era increíble, era...

—Eh... ¿Nagito?

La sonrisa del nombrado se apagó.

—¿Qué?

Souda señaló su frente con un dedo.

—Tienes una mancha de grasa.

Komaeda retrocedió y se frotó la ceja.

𝕃𝕦𝕔𝕜𝕪 𝕒𝕤𝕙 𝕔𝕠𝕝𝕠𝕣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora