Capítulo V

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Capítulo V

     La rabia y la impotencia empezaron a adherirse con más fuerza en su interior. Y aquel deseo que jamás pensó poder sentir, se hacía aún más fuerte e innegable. Empujándolo a lo inimaginable. Un día se acercó a ella silenciosamente. Procuró que sus pasos no interrumpieran sus pensamientos. Se colocó detrás de ella, y rompió su promesa.



—He de considerar que la vida se empeña en reunirnos siempre, de una u otra manera...— le dijo con su típica arrogancia.



     Ella volteó, secando al mismo tiempo sus ojos. Lo miró fijamente, tratando de mostrarse indiferente con él. No quería verse tan débil.



— ¿Usted? ¿Qué quiere?

— De usted nada...— expresó con ironía—. ¡Es tan lamentable tener que tomar el mismo camino que tiene que tomar usted!

— ¡No me diga!... — le respondió con el mismo tono—. Entonces, ¿he de creer que es una casualidad que usted haya decidido venir, en vez de darse la vuelta e ignorarme o alejarse cabalgado?

— Me temo que no...— sonrió con malicia—. He cabalgado lo suficiente para querer seguir haciéndolo...—dijo al sonreírse con chocancia, al recordar el vínculo que ella tenía con su peor enemigo.

— ¿Le agrada molestarme, Señor O'Rourke?...

— No lo sé... ¿Qué cree usted?

— ¡Qué más da!

—Mmm... No me equivoqué, entonces, de que tampoco le agrada mi presencia... — expresó para hacerla molestar aún más—. Por cierto, acabo de recordar que he sido descortés al no enviarle saludos a su primo Patrick.

— ¿Conoce a Patrick?

— ¿No le ha hablado de mí, ni de los años que estudiamos en Eton?...



     El asombro en el rostro de Anarella fue una clara respuesta. Ella ni siquiera se lo había imaginado a él fuera de aquellas fronteras de Irlanda.



— Excúseme, entonces, si no le suministro más detalles de nuestros gratos años siendo compañeros de estudio... —hizo un gesto de fastidio, haciéndole ver a ella, que nada tenía de agradable.

— No tengo nada que ver con mi primo, aunque sea una Rowling...

— Entiendo... Pero me da lo mismo.




       Ella asintió, haciéndole ver que entendía bien lo que procuraba decirle.



— ¿Se ha aburrido tan fácilmente de Sligo? — expresó irónicamente.

— Ese no es su problema... con su permiso.




     Aquella mirada triste, ni aquella actitud le detuvo. Las palabras querían salir de su garganta, que detenerlas, ya no podía. Simplemente disfrutaba ver cómo ella parecía también no soportar su presencia. Incluso, cómo procuraba evitarle o ignorarle, al ponerse de pie.



— ¿Por qué se va?— dijo al acercarse más a ella—._ ¿Acaso me tiene miedo?

— ¿Miedo? ¿Por qué tendría que tenerle miedo?— le respondió con ironía. Se detuvo y lo miró con desafío—. Usted no es más que una persona...

— Ya veo...



      Ante aquellas palabras, su rostro se pintó de cinismo.



     Su arrogancia no le incómodo. Mucho menos sus palabras. En su interior había un dolor más profundo que nublaba cualquier cosa que le pudiese decir. Y era saber que siempre tendría algo que le recordará con amargura su parte inglesa. Su primo siempre le restregaría con arrogancia y burla su humilde origen y no la dejaría en paz con ello. Para él era deshonroso que ella hubiese regresado a aquel lugar.



      Irlanda para él no era bien en la alta sociedad inglesa.



      De pronto, Anarella tuvo que soportar ver cómo Duncan la tomaba por un brazo.



— ¿Quién le dijo que he acabado de hablar con usted? — dijo al sentirse insultado.

Sus ojos la miraron fijamente, rompiendo ante ella, aquello que se quería negar.

— Déjeme ir. No quiero discutir con usted... Os suplico que me deje ir.




     Estaba triste. Había en su interior una tristeza que nublaba su felicidad. No obstante, no por eso la dejó ir. En su memoria había llegado el recuerdo de aquella promesa que se había hecho a sí mismo. La dejó ir, porque de pronto comprendía que ella podía convertirse en aquella pieza que podía servirle para su venganza.



     Anarella había decidido salir a cabalgar aquella mañana, sin tener intenciones de reencontrarse con él. Duncan también había sentido esa misma necesidad. Sin entender por qué extraña razón había decidido cabalgar por aquel camino que dividía sus tierras, de aquel camino que daba hacia el hogar de Anarella.



     Aquella misma tarde, al regresar escribió una nota anónima a su antiguo compañero de Eton. A Patrick Rowling. Haciéndole ver que el tiempo no había menguado ni al olvido ni al deseo de venganza.



— Has cometido un error al regresar...



    Anarella, se había encerrado un momento en su habitación, después de llegar. Era consciente que realmente no estaba preparada para esa vida que ahora le abría los brazos.



     Allí derramó cada una de aquellas lágrimas que aprisionaban a su triste corazón.



    Su memoria trajo a sus recuerdos, de una manera poco lógica, la manera en todo aquello ataba a su vida a una realidad que debía ahora ser tan suya. Y aprender a tener una vida campestre y a sembrar en aquellas pocas tierras que eran ahora suyas.



      Pero la vida no se le presentaba como había esperado.



         En vez de sentir en paz, se sentía inquieta.

Corazón de Témpano (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora