Capítulo XX

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 Capítulo XX

     Duncan O'Rourke luego de estar un momento junto a su esposa, después de cenar, se retiró un momento a su despacho. Y allí caminó y caminó por cada uno de los rincones de su despacho. Reviviendo aquel pasado que había dejado atrás en Dublín. Trayendo a su memoria aquello último que había descubierto de lo que había sido capaz de planear Patrick Rowling, buscando verse como el buen hijo, al mismo tiempo, que ocultaba como había hundido a su ilustre familia. Aquello le había hecho tomar la decisión de no involucrarla en aquella verdad que él sólo conocía. O creía conocer. Al pensar que había saldado una antigua deuda con una gran cantidad de dinero ante aquel informante que lo tenía al día. O al menos así creía. Había besado la mejilla derecha de su esposa, mientras se excusaba con un asunto que le urgía solucionar antes de irse a dormir.



     No podía retroceder el tiempo. No podía cambiar todo aquel desastre.



      Un dolor inundó su alma. El debía remediar todo aquello.



     Respiró hondo y de pronto se encontró que alguien abría la puerta. Había dejado pasar las horas, sin detenerse a mirar el reloj, mientras los pensamientos le aturdían.



— Te siento algo tenso, ¿te sucede algo?—le expresó Anarella al acercarse de nuevo a él—. Me he ido a la cama, pero no he podido conciliar el sueño... Te busqué en tu habitación y la encontré vacía. Imaginé que te encontraría aquí...

— Deberías estar descansando... Yo estoy bien, mi querida señora O'Rourke...— medio sonrió, sin saber que eran vigilados a lo lejos.

— ¿Seguro? ¿No me has estado mintiendo?

— Sí... Tal vez me encuentro algo sofocado... Les he echado de menos durante todo este tiempo lejos de casa. El viaje a Dublín se me hizo eterno. Pero ya estoy de regreso... Es lo importante...



     Él rozo su rostro y la miró con aún más ternura.



— Me alegra saber que decidiste venir con tu abuela a Irlanda... Destetaría haberte visto como un pájaro enjaulado, un pájaro que nunca supo lo que es abrir las alas y volar. Como suele suceder como muchas señoritas inglesas...




     Anarella le miró con una sonrisa tierna.



— Siempre sentí una conexión especial por Irlanda. No había otro lugar que hubiese querido estar, aunque eso implicaba decirle adiós a las temporadas londinenses o a la vida social. Además, desde que me permití conocerte, abrí mis alas...Me has enseñado a descubrirlo.— puso cara de inocente, omitiendo en sus recuerdos todos los momentos malos. Simplemente rememoraba los buenos.

—Y tú me has enseñado a admirarte muchísimo, Anarella, por tu ánimo y la bondad que hay en tu corazón...



      Anarella sintió retumbar fuertemente a su corazón. Mientras una lágrima de felicidad recorría su rostro y él la abrazaba.



—No sé que hubiese sido mi vida si no hubiese cumplido la promesa que le hice a mi abuelo de que algún día regresaría a Sligo... En verdad hubiese estado tan vacía...Siendo inglesa, nunca me hallé allí. Quizá porque no era frívola como muchas señoritas que conocí por ser una Rowling...



     En ese instante, sus miradas se encontraron. Un anhelo avasallador, casi palpable, impregnaba el aire que los rodeaba por lo que se besaron. Sin saber que alguien indeseable se encontraba allí. Sin saber, que Patrick Rowling habían regresado allí a hacer lo que una vez no había terminado. Y aún más, cuando se había enterado de que su prima estaba en la dulce espera de aquel irlandés que él odiaba desde sus mozos días en Eton.



     Patrick los vio salir al jardín, sonrió malvadamente, porque había sentido aquello como una obra divina. Era su momento de acabar con aquel hombre, sin tener testigo. Hasta aquel instante en que Anarella escuchó el sonido de una ramita que se quebraba y ruidos de ramas y arbustos.




— ¿Qué ha sido eso?— preguntó algo nerviosa.

— No lo sé... Iré a ver...




     Anarella lo vio alejarse, mientras esperaba que fuese solo idea suya. Hasta que lo voy regresar con una sonrisa que le tranquilizó.



— ¿Y bien?... ¿Qué era?

— No he visto nada. Ni a nadie... Quizá ha sido un animal.

— Seguro ha sido idea mía y nos hemos preocupado innecesariamente.

—Vamos a regresar. Está haciendo mucho frío y no quiero que te enfermes... — dijo al abrazarla con ternura.



     Una ráfaga de sentimientos volvía al interior de Anarella, como advirtiéndole sobre aquello que habría de venir. Aunque intentó no verse paranoica. Miró por última vez su alrededor y decidió creer en Duncan. Pero su corazón seguía latiéndole fuertemente.

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Seguimos con el maraton, espero que les guste... Gracias por sus comentarios, votos, lecturas...

Corazón de Témpano (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora