Capítulo seis

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-Seguidme.

Los iniciados nacidos en osadía son los primeros en reaccionar y seguir a Pec a través de un estrecho saliente. Cojo a mi hermana de la mano, que comienza a sudarle por el temor.

-Ni se te ocurra mirar hacia abajo - susurro, pero no he terminado de decirlo cuando sus ojos se ven atraídos por el fondo del foso, donde las aguas se arremolinan salvajemente.

-No puedo - susurra, y prácticamente se abraza contra la pared.

Genial.

-Avanza ahora mismo o te dejo aquí - aprieto con fuerza los dientes mientras la rabia me sube por el cuello, pero al final mis amenazas parecen hacer efecto en ella, y me sigue lentamente por el saliente.

No tardamos en llegar a unas escaleras de metal que conducen al techo del foso, en el que un suelo de cristal da paso al que supongo que es el auténtico edificio de la Sede de Osadía. Por una trampilla llegamos a un pequeño recibidor, o eso es lo que supongo, porque no hay nada de mobiliario, a excepción de unos guardias de osadía que parecen estatuas. Seguimos a la fila de osados por una puerta trasera y los veo subir escalones. El túnel ascendente se oscurece por completo mientras los músculos de mis piernas se hinchan en busca de oxígeno. Se escucha a alguien tropezar, pero por suerte no ha sido delante de mí, donde me habría visto inmersa en el accidente.

La luz llega rápidamente y cierro los ojos, deslumbrada por la claridad. Hemos aparecido en un pasillo de paredes blancas, o al menos debieron ser blancas en algún momento, porque ahora están llenas de pinturas de los osados.

-Vaya - susurro asombrada, mientras me acerco a la larga pared, en la que aparecen los símbolos del resto de facciones, tachadas con una enorme cruz roja. Paso la mano sobre el ojo de Erudición. La pared es granulada y me raspa la palma de la mano.

-¿Qué pasa, erudita? ¿Echas de menos tu facción?

Me giro para observar a tres iniciados cruzados de brazos, que me miran con una sonrisa burlona. Dos de ellos, una chica y un chico, visten de negro; mientras que el otro lleva puestos unos pantalones negros y una camisa de lino blanca.

-¿Y tú, veraz? - pregunto, escupiendo las palabras. - Seguro que echas de menos que todos los de tu alrededor digan lo que piensan. Te ayudaré, si quieres. Eres un imbécil, y con ese pelo parece que te haya chupado una vaca de Cordialidad.

Lo miro expectante, previniendo su reacción. Y no me equivoco. Los dos iniciados osados que hay a su lado lo sujetan con fuerza mientras el chico forcejea deseoso de golpearme.

-Típico de un veraz el no saber controlar sus emociones – Royce, el erudito, se acerca a mí y se apoya en la pared con los brazos cruzados - Tal vez deberías volver a tu antigua facción si no sabes controlarte, chico.

Le lanzo una furtiva mirada porque nunca me ha gustado hacer algo junto a otra persona. Si quiero enfrentarme a un niñato veraz, quiero hacerlo sola. La chica osada también parece perder los nervios, aunque la discusión no viene con ella. Sin embargo, no me da tiempo a ver cómo el chico osado tiene que sostener a sus dos amigos, pues los gritos de Pec precisan nuestra atención.

-¡Ya era hora! ¿Se puede saber qué hacíais en la oscuridad del túnel?

-Nos hemos tropezado y hemos caído - susurra una tímida voz entre la multitud que se agolpa en la entrada de las escaleras por las que acabamos de subir.

Maldigo al reconocer la voz y empiezo a empujar a la gente para hacerme paso entre ellos. Cuando llego, me encuentro a mi hermana con un chico delgado y pecoso vestido con una camiseta naranja y unos pantalones rojos oscuros. Genial, mi hermana y el cordial.

La facción antes que la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora