Capítulo nueve

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-¿Dónde vamos? - pregunto pasados unos minutos en los que he caminado detrás de Pec en silencio por los oscuros túneles del complejo de Osadía.
En realidad, es una pregunta retórica. Sé que me conduce a alguna puerta por la gritarme y expulsarme de aquí. Al principio, la idea me aterrorizaba, como en mi pasaje del miedo. Sin embargo, ahora lo acepto y de lo único de lo que me arrepiento es de no haber estampado mi puño contra la cara de Bruce.
Finalmente, llegamos a una puerta blanca que contrasta fuertemente con la oscura piedra de las paredes, y que se abre al detectar que nos acercamos.
Entrecierro un poco los ojos ante tanta luz, pero me sorprendo al descubrir que no es la luz del sol la que me ciega, sino la potente luz de lámparas de neón.
-Cama ocho. Está inconsciente por los medicamento, pero aseguran que despertará conforme las dosis vayan disminuyendo.
Y dicho esto se da la vuelta y desparece por el oscuro pasillo. ¿Cómo? ¿No me ha echado de Osadía? ¿Permanezco aquí? ¿Hasta cuándo?
La euforia que siento por saber que aún me queda una larga temporada que pasar atrapada entre estas rocas se esfuma en cuanto entro en la estancia iluminada y el primer enfermo con el que me encuentro se inclina sobre la cama para vomitar una gran cantidad de sangre.
Me veo tentada de salir de aquí corriendo, pero me contengo al recordar el estado en el que Pec se llevó a mi hermana tras la pelea. ¿Acaso no ha servido para nada el pasar todo el día mortificándome por ser una hermana espantosa? Trago con fuerza e ignoro las hileras de camas que hay en la estancia hasta que llego a la cama ocho, que está casi al final. Tumbada, demasiado pálida en contraste con su ropa y con aspecto de cadáver, yace mi hermana enchufada a una máquina de oxígeno y a un goteo que le suministra los medicamentos. Se me cae el alma a los pies al verla sin su vitalidad.
Echo un rápido vistazo al informe. Al parecer, Bruce le ha dañado algún conducto respiratorio, por eso le suministran oxígeno directamente, y, aparte de todos los moratones del cuerpo, le ha roto un par de costillas. Hay un apartado en el informe en el que habla de una ligera posibilidad de daño cerebral. Me sobrecojo al leerlo. ¿Se significa eso? Podría quedarse inconsciente o paralítica. O, ¿acaso es posible que determinen su divergencia a través de las pruebas? Suspiro con fuerza y me dejo caer sobre la cama. Verla en este estado me hace actuar de forma paranoica.Tal vez debería impedir que mi personalidad osada devorara con tanta velocidad mi capacidad para pensar con claridad y calma, eso que he aprendido a interiorizar a base de convivir durante dieciséis años con una familia de eruditos.
Busco la mano de mi hermana y me aferro a ella con fuerza. Prometí protegerla hace años, a ella, a la única persona que me importa en este mundo, a la única persona a la que no odio. Y ahora, si está aquí, seguramente sea por mi culpa. ¿Seguramente? No cabe duda de ello.
-¿Qué te he hecho? - susurro con voz rota.
Ni siquiera me he preocupado por venir a visitarla en cuanto salí de la sala de entrenamientos. En lugar de eso, decidí esconderme, aislarme y quedarme totalmente sola, acompañada únicamente de la oscuridad y de mis pensamientos de culpa, a los cuales ni siquiera he concedido la menor importancia. Si de verdad se la hubiera concedido, habría venido en seguida en vez de esperar a que Pec fuese a buscarme. Ahora que lo pienso, podría haberme echado sin siquiera permitirme despedirme de ella. ¿Y quién la hubiera protegido? Tal vez me esté esperando en cuanto salga de aquí para anunciarme que, a partir de entonces, seré una abandonada. Ahora mismo, no estoy aquí por mí. Tengo que seguir con la misión que juré hace tantos años. Tengo que garantizar la supervivencia de Chloe y la posibilidad de que pueda llevar una vida normal dentro de lo que cabe.
Aún así, soy la peor hermana del mundo.
¿Cómo es que fui incapaz de imaginar que elegiría Osadía por mi? ¿Cómo pude ser tan tonta? ¿Por qué no pude analizar las cosas tal y como lo habría hecho ella? ¿Ahora su divergencia a alcanzado tal nivel que me es imposible llegar a comprenderla?

Pero, ¿es eso lo que verdaderamente quería? ¿Alejarla de mí? Sí, por supuesto. Eso es lo único que puedo asegurar, porque lejos de mí, a pesar del dolor y la falta que habría supuesto, ella habría estado a salvo. Aquí no solo se juega el ser una abandonada, sino también su propia vida. Si no hubiera estado toda mi vida diciéndole qué hacer, habría sido capaz de tomar su propio camino sin miedo a las consecuencias, sin miedo a perderme, sin el peligro de no saber qué hacer. Siempre seré culpable de todo lo que le ocurra.

La facción antes que la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora