Capítulo siete

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-No te tengo miedo. A ti no – niego con la cabeza y por primera vez  me siento realmente indefensa frente a mi madre.

Estamos en una simulación, estoy segura de ello. Y en ella ha aparecido mi madre, la única persona capaz de intimidarme. ¿Es miedo lo que siento hacia ella? Me niego a creerlo. No. No es miedo. Estoy segura. Si fuera así, no habría desafiado sus normas y su esquema de familia erudita. Si le tuviera miedo, no me hubiera escapado todas las noches desde que tengo doce años.

-Has matado a tu hermana – su voz me hiela la piel. Es fría, toda ella.

-No. No la he matado.

-Morirá por tu culpa. Esos hombres la matarán por tu culpa. – la rabia llena sus ojos.

Pienso en los hombres que la torturaban y cómo  hace pocos segundos destrocé el espejo, la única ventana que me permitía ver su rostro. Pero, ¿y si no se refiriera solo a ellos? He leído documentos en la sede de Erudición que hablaban sobre las numerosas muertes en Osadía durante la iniciación. Al parecer, han incrementado la dificultad de las pruebas y los iniciados han comenzado a matarse entre ellos. ¿Se referirá a eso mi madre? Si matan a Chloe durante la iniciación… será culpa mía. Yo la he conducido a este lugar.

-Si no hubieras actuado siempre de hermana protectora podría vivir por sí misma.

Me dejo caer de rodillas contra el frío suelo. Ni siquiera sé dónde estoy. Cierro los ojos y me tapo los oídos con ambas manos, intentando dejar de escuchar a la mujer que hay enfrente de mí. Sin embargo, sus palabras siguen resonando en mi cabeza.

-Ella es fuerte y poderosa, pero tú le has arrebatado su poder. La has eclipsado y le has impedido que muestre cómo es en realidad.

¿Cómo es en realidad? Quiero gritarle que se calle, pero el tormento de los pensamientos me lo impide. Y comienzo a temblar. Esto es más duro de lo que nadie imagina. Todos esos iniciados osados se han entrenado toda su vida para esto, y los iniciados trasladados al menos tienen cualidades para osadía. ¿Qué tiene Chloe? No tienen nada, absolutamente nada. Comienzo a llorar. Tal vez si, como dice mi madre, me hubiera alejado de ella, habría podido elegir libremente su camino.

¿Qué tiene Chloe? Necesito pensar con claridad y salir de esta horrible visión que me atormenta. Necesito dejar de escuchar a mi madre. Necesito dejar de oír que seré la responsable de la muerte de mi hermana. Porque sobrevivirá.

Pero, ¿y si muere?

-No morirá – respondo, aunque mi voz apenas es un murmullo.

¿Qué tiene Chloe?

-Me tiene a mí – sueno fuerte y poderosa al afirmar esto y, al abrir los ojos, descubro aliviada que mi madre no está enfrente de mí.

-Diez miedos, Eleanor. – la voz de Pec resulta cálida y familiar una vez que he superado ese infierno.

Diez miedos. He dejado de contarlos antes de llegar a la mitad de ellos.

Asiento y bajo del sillón, pero Pec tiene que cogerme para que no me caiga de bruces. Las piernas me fallan.

-Aún no – sus brazos musculosos me levantan y me vuelve a colocar sobre el sillón. Noto los latidos de mi corazón en los oídos. – No está mal. Ha sido una media de diez minutos por miedo, lo que hace un total de una hora y cuarenta minutos.

¿Tanto? Noto una ligera presión sobre el pecho. Esta parte de la iniciación es importante y no lo he hecho todo lo bien que esperaba. ¿Por qué Stan no me habló de enfrentarme a mis miedos? Podría haber intentado descubrir la manera de enfrentarme a ellos. ¿O no? Hace dos horas jamás habría pensado que tendría miedo a la sangre o a… a mis momentos íntimos con Stan.

La facción antes que la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora