La mujer abnegada me conduce hasta una de las salas y me dice que pase. La estancia es poco acogedora, pequeña y vacía, salvo por un sillón que hay en el centro, un ordenador y un taburete en el que hay un chico de ropa gris, abnegado. Es rubio y joven, con barba de unos dos días. No deja de teclear los botones del ordenador y ajustar los cables que salen de éste. Levanta la mirada cuando entro y me dedica una amable sonrisa.
-Hola Eleanor - saluda - Siéntate, por favor.
Lo obedezco y avanzo con firmeza hasta sentarme en el sillón, que gira automáticamente y después el respaldo se echa hacia atrás. Sin necesidad de que el chico me dé instrucciones, me acomodo y, en silencio, observo lo que hace. Saca de una caja una aguja con un líquido plateado en su interior. Me estremezco un poco, pues no me agrada que nadie se acerque con algo tan afilado hacia mí. Sin embargo, tras desinfectarme con algodón la zona del cuello en la que pretende pincharme, introduce la aguja con delicadeza. Noto como presiona el émbolo y el líquido entra en mi organismo, afectando a todas y cada una de mis células.
La realidad comienza a volverse borrosa mientras el chico me cuenta que el suero me trasladará a una simulación para conocer a qué facción pertenezco. Como si no lo hubiese estudiado cientos de veces. Además, es mi facción la que aporta el suero.
Casi sin darme cuenta, el hormigueo se extiende por todo mi cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, y el sillón sobre el que estoy tumbada parece desaparecer. Siento unas grandes náuseas y cierro los ojos ante el peso de mis párpados, zambulléndome en una inmensa e inquebrantable oscuridad.
De repente, la presión sobre mis ojos parece desaparecer y a través de ellos distingo claridad. Cuando los abro, parpadeo repetidamente por el deslumbramiento. Cuando mis pupilas se adaptan a la luz, me sorprende encontrarme en el comedor del instituto. Intento buscar en los recuerdos, pero no consigo hallar ninguna pista que me indique por qué o cómo he llegado hasta aquí. ¿Dónde estaba hace tan solo unos minutos?
Completamente desorientada, me acerco a la única mesa de metal que hay, algo que resulta de lo más sospechoso. Giro sobre mí misma para observar el resto de la estancia, pero ésta está completamente vacía. Las paredes blancas ahora parecen no tener fin. ¿Por qué me noto tan extraña e incómoda? ¿Por qué siento como si un par de ojos estuvieran clavados en mi nuca?
-¿Hola? – pregunto, incapaz de soportar esta sensación.-Escoge uno. –de las paredes de la sala surge una amenazadora voz de hombre, que hace que el vello de la piel se me erice.
Miro con el entrecejo fruncido a un lado y a otro, abarcando todo el comedor. Pero no hay nada, salgo la mesa de metal. Un extraño impulso me obliga a aproximarme a ella, en la que han aparecido dos grandes platos de metal plateado. Uno de ellos contiene un trozo de queso y el otro, un cuchillo. La hoja de este último, es afilada y reluciente, más que el metal del plato en el que se encuentra. Sin pensarlo dos veces, acaricio con los dedos el filo de la hoja del cuchillo, sin llegar a cortarme, hasta llegar a la empuñadura, que cojo con delicadeza.
En ese instante, los platos desaparecen. Agarro con fuerza el cuchillo y me giro para enfrentarme a cualquier cosa, apoyando la espalda en la mesa de metal. Las paredes blancas acaban por marearme con su apariencia infinita. Entonces lo veo. Hay un perro justo en el extremo opuesto de la sala. Parece un cachorro.
Dejo caer mis brazos a ambos lados, aliviada, y contemplo con admiración como el animal se aproxima hacia mí. Inconscientemente, me relajo. Siempre me han gustado los animales, en especial los perros grandes de pelaje oscuro. ¿Grandes? No, el animal ahora es mucho más grande que hace tan solo un par de segundos. Muchísimo más. Comienzo a caminar de espaldas en un intento de alejarme de él, pero en seguida me topo con una pared que hay a mi espalda. Ni siquiera estaba ahí hace un momento. Bajo la mirada hacia mi mano derecha, donde aún agarro con fuerza el cuchillo. No hay forma de escapar del animal a menos que…
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La facción antes que la sangre
Hayran KurguEleanor es erudita. Pero no se considera de Erudición. Ella es osada. Chloe es erudita. Pero, al igual que su hermana, sabe que Erudición no es su lugar. Ella se siente parte de todas las facciones... y de ninguna al mismo tiempo. Ella es divergente...