Capítulo ocho

117 10 3
                                    

Golpeo con fuerza el saco una y otra vez. Por el rabillo del ojo descubro que mi hermana intenta imitar cada uno de mis movimientos, sin conseguir el mismo resultado. Yo soy musculosa, mientras que mi hermana es demasiado huesuda.

-Dale con los codos y las rodillas, Chloe - le digo cuando le dé al saco con el antebrazo, y contiene un grito de dolor.

Me mira perpleja y empieza a golpear con los codos. Sigue apretando la mandíbula para contener el dolor, pero el saco comienza a balancearse con algo más de fuerza.

En ese momento, Pec llega a nuestra altura para evaluar nuestro trabajo. Me observa atentamente unos minutos antes de girarse hacia mi hermana.

-Será mejor que entrenes duro, chica. Esos bracitos de niña pequeña no durarán ni un asalto.

La cara de mi hermana se vuelve del color de los sacos, rojo chillón, y yo no puedo evitar sonreír al ver a mi hermana en una situación tan incómoda.

El entrenamiento dura toda la mañana. A la hora de comer, estoy realmente hambrienta, y engullo mi hamburguesa con ansia. Mi hermana llega algo después, porque ha decidido ir a darse una ducha. Sus movimientos resultan casi robóticos, y una mueca de dolor se plasma permanentemente en su cara.

Por la tarde, volvemos a la sala de entrenamiento con nuestros inseparables sacos. Los músculos empiezan a entumecérseme, pero no me importa. Me encanta esta sensación.

Cuando Pec nos deja marchar, voy al dormitorio y me doy una rápida ducha de agua fría. Tenemos el resto de la tarde libre, hasta la cena.

-¿Vienes a dar una vuelta? - me giro y contemplo al chico que hay justo detrás de mí. Royce.

-¿No estás cansado? - pregunto con sarcasmo, y no puedo evitar echar una mirada a la litera de abajo, en la que mi hermana está completamente dormida.

-Para nada. Esto ha sido una especie de calentamiento para lo que se avecina. - le dedico una sonrisa y asiento con la cabeza.

Nos dirigimos al foso y entramos en una tienda de ropa. Me compro varios conjuntos oscuros y unas botas con cordones. Royce se prueba una chaqueta de cuero negra que le queda perfecta, y yo me compro una igual. Nos topamos con una tienda de tatuajes y contemplo con fascinación los diseños que se exponen en el escaparate. Ambos estamos dispuestos a entrar, pero la cola formada por iniciados es enorme, así que nos marchamos para regresar otro día.

Decido tomar una cena ligera, aunque resulta difícil con el tipo de comida que sirven los osados.

Pasamos los siguientes días practicando duramente. Alternamos los sacos con clases de lanzar cuchillos y disparar. Fallo a caso hecho los primeros lanzamientos de cuchillos, para que no se note que controlo esto desde hace años. Mi hermana no es tan mala como esperaba, principalmente porque sé que hace todo tipo de cálculos en su cabeza antes de lanzar. Al fin y al cabo, hay algunas cosas de los eruditos que pueden resultar útiles aquí.

El primer día que disparamos, el retroceso del arma de Julian hace que la culata le impacte en la frente. Se lo llevan al centro médico, aunque por la noche ya está de nuevo en el dormitorio, con un feo moratón sobre los ojos. A mí lo de disparar no se me da tan bien, principalmente porque en el sector abandonado no hay armas con las que entrenar. Aun así solo paso unos minutos antes de acostumbrarme al arma y acertar.

Poco a poco voy conociendo más a mis compañeros. Thais, la abnegada, no es muy competente; mientras que Julian, a pesar de haber sido cordial, mejora de forma considerable. Mi hermana tiene sus altibajos, pero no es tan mala como me temía. Hay cuatro veraces: Peny, la única chica, no es muy buena, aunque al menos es mejor que Mike, uno de los chicos de su misma facción. Morgan y Bruce, el odioso veraz, se caracterizan por un afán de superioridad. Son buenos, pero no tanto como Royce y yo.

La facción antes que la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora