3

381 46 18
                                    

—¿Qué es exactamente de lo que quieres hablar? —preguntó Yoongi una vez se hubieron sentado ambos en la mesa.

—Bueno —comenzó el mayor, acomodándose en su silla—, ha pasado un tiempo desde la última vez, ¿huh? Tengo que saber cómo le va la vida al pequeño gatito encerrado.

Soltó una pequeña risa al ver la cara de desagrado del albino al escuchar aquel mote, de nuevo. Este nombre provenía de hechos reales, ya que Seokjin afirmaba que Yoongi se parecía a un gato en todos los aspectos: cara, comportamiento, ternura... Pero nunca salía de casa, y por eso el "encerrado".

—Está bien, perdón, perdón —se disculpó, aún con esa sonrisa divertida en sus labios.

—Me ha ido bien —respondió simplemente, cruzándose de brazos y desviando la mirada.

—Ah, ¿sí? —arqueó una ceja, realmente sin creerlo demasiado—. ¿Olvidaste ya a Jungkook, entonces?

El corazón de Yoongi se olvidó de cómo latir durante unos segundos al escuchar aquel nombre. Su pulso temblaba, su mente se puso en blanco y el único pensamiento que vino a su cabeza después de aquello, fue el nombre y la cara del pequeño. ¿A quién iba a engañar? Lo echaba de menos. Mucho. Aún recordaba ese día como si fuera ayer:

El pequeño Jungkook iba a trabajar, como todos los días, a su gran laboratorio. Era uno de los mejores científicos del país, teniendo a un montón de gente detrás suya para que le descubriera nuevas fórmulas médicas o cosas de cosmética útiles. Además hacía investigaciones múltiples que había estado aportando mucho a la ciencia últimamente.

El castaño, haciendo sus cosas como un día como cualquier otro, llegó a su puesto de trabajo. Ese día le tocaba estar solo en el laboratorio, pero era lo que más le gustaba, porque así nadie interrumpía su trabajo.

Se remangó la camisa, decidido a trabajar con total eficacia. Estuvo concentrado durante todo el rato, ni el más mínimo movimiento fuera de lo que hacía podía despistarlo. Era realmente bueno en eso que hacía, y no había nada ni nadie que fuera capaz de apartarlo de aquello en esos momentos... Nadie, excepto Yoongi.

Su cabeza, por unos momentos, se fueron a otro mundo, uno totalmente distinto al que estaba viviendo. Era maravilloso, estaba soñando despierto con un estupendo mundo donde se encontraban únicamente Yoongi y él, teniendo una de las mejores citas que nunca podrían haber tenido en la vida real. Yoongi lo llenaba a besos, le daba mimos, le daba suaves caricias... De todo, todo lo que amaba, lo estaba recibiendo.

Pero pagó muy, muy, realmente caro esos dulces momentos.

Mientras soñaba en su laboratorio, recostado sobre una de las grandes mesas metálicas, había dejado una mezcla a calentar. Tenía que hervir. No estaba mal, lo estaba consiguiendo. Pero no debía pasar a la ebullición, no debía evaporarse. Pero, desgraciadamente, así lo hizo.

Su terrible despiste consiguió que la mezcla albergada en el Erlenmeyer comenzara a bullir, haciendo salir de éste un alarmante humo. No fue hasta entonces que Jungkook se dio cuenta de su espantoso error.

Se alteró notablemente, corriendo hacia el recipiente de cristal y apartándolo de inmediato. Pero este ardía, era insoportable el calor que éste emitía, y, con una pequeña queja, dejó caer —sin querer, obviamente— el recipiente, consiguiendo que estallara en el suelo y su tóxico líquido se expandiera más rápido por la sala.

Debía salir de ahí, tenía que hacerlo o moriría intoxicado. Era un gas mortífero, y él lo sabía desde el principio. Sabía que tenía que estar pendiente de la mezcla, y aunque en un principio lo estuvo, no debió apartarle ojo de encima en ningún momento.

«First date» || YoonSeokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora