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Namjoon volvía a estar delante de la puerta de Seokjin, esperando a que éste saliera. Había conseguido quedar con él de nuevo a pesar de lo que había pasado el día anterior. Ya habían pasado las dos semana y, obviamente, Namjoon no estaba obligado a ver a Seokjin. Pero era demasiado tarde: se había enamorado de él.

Eso no podía decirlo, porque sus amigos eran capaces de conseguir de nuevo el dinero que le habían dado, y no le interesaba. Solo rezaba por que todo saliera bien y pudiera seguir teniendo el dinero y el amor del mayor. Quizás ahora no le interesaba tanto el dinero, pero usaría lo que había ganado para complacer a Jin con ello y darle lo que se merecía. De hecho, le había comprado un pequeño detalle.

La puerta de la casa se abrió lentamente mientras Namjoon se mantenía perdido en sus pensamientos. En cuanto vio al mayor aparecer con su increíble figura, su cara se descolocó totalmente. Era increíble siempre verlo vestido con cualquier cosa, pero las camisas ajustadas le quedaban excepcionalmente bien. Una camisa blanca remetida en un pantalón azul marino que encajaba perfectamente con su cintura y su... culo. No quería pensar en ello, pero a veces sentía ganas de follárselo.

—Estoy aquí —habló serio y seco el más mayor, como si realmente no le importase esa quedada.

—Oh, vamos, bebé... ¿Quién se quedará con esto, entonces? —Sacó de su espalda un ramo de rosas azules especialmente tratadas para Seokjin y se las tendió con una humilde mirada.

El mayor se quedó demasiado impresionado ante este acto. Tardó, de hecho, unos segundos en reaccionar. Cuando consiguió mover sus músculos que parecían haberse congelado, cogió muy lentamente ese ramo de flores tan especial.

—N-Namjoon... —murmuró, conmocionado.

—Es mi regalo para pedirte perdón. —Sonrió enseñando sus perfectos dientes.

El rubio suspiró, sin saber exactamente cómo sentirse. Finalmente comprendió que no podía resistirse ante los encantos del menor. Con los ojos brillantes y al borde de llorar, de lo especial que se sentía, se lanzó a sus brazos, sin importar que a Namjoon le gustase o no el contacto físico.

Éste cerró los ojos y se dejó llevar. Vale, estaba bien, realmente. No había problema, ya había pasado la apuesta, ahora podía estar con Jin felizmente sin importar lo mucho que se enamorara de él. Y estaba dispuesto a devolverle todo lo que el otro le había dado en esas dos semanas en las que no había podido darle nada.

—¿Por qué no podía abrazarte...? —preguntó Seokjin, después de un rato, aún en brazos de Namjoon.

—Por miedo a enamorarme demasiado de ti... Pero he comprendido que da igual, que eres la persona que quiero a mi lado y que nunca me harías daño... —Se inventó parte de la respuesta, pero debía decirle algo así para que no sospechara demasiado. Llegó a pensar que quizás era malo mentirle, pero también creía que era peor el otro motivo. No podía hacerle daño de esa manera y contarle lo de la apuesta, así que decidió que eso era mejor.

—¿Estaremos siempre juntos...?

—Por siempre, para siempre, mi amor...

Y entonces, notó algo húmedo en su hombro. Comprendió en ese mismo momento que se trataban de lágrimas. Llevó una mano a la cabeza del mayor y la acarició, preocupado.

—Bebé, no llores... Por favor... Al menos dime que es de felicidad...

Notó que asentía en su hombro. No era una respuesta clara, pero por lo menos sabía que estaba parcialmente bien. Tampoco quería haberle hecho llegar a ese punto.

—Venga, vamos a salir y disfrutar de una buena tarde, ¿sí?

Seokjin le indicó que esperara un segundo. Se volvió a meter en su casa, dejando la puerta abierta. A los pocos minutos volvió sin las flores y con un mejor aspecto. De llorar, se le había corrido el rímel y había tenido que maquillarse un poco de nuevo.

«First date» || YoonSeokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora