A través de la niebla en sus pensamientos,
las miradas se curvan en el atardecer
sobre el espejo.
Narrando su propia esencia
un alma que mira hacia adentro y
explora con manos curiosas
lo que son sus sentimientos.
Como acariciar plumas,
la piel cálida se ruboriza
y
la tinta de sus pestañas se derrama
para escribir un nuevo poema,
sobre el día de mañana
que ansía tocar con sus dedos finos la ventana,
como si fuese un arpa,
como si fuese a desaparecer.
Pichón de alas tibias
en un nido a veces frío,
intenta probar un bocado
de luz.
Canta en solitario
y pinta con sus ojos
llenos de color,
anhelando la esperanza.
Se aferra a la alegría
y cubre sus ojeras,
demasiado cansado para ver la infelicidad
en las gardenias
que se ahogan en el jarrón.
Y todas aquellas flores
que cubren el piso,
cristales rotos
y el murmullo
«perdón»
resuena en sus oídos.
Arrepentido por huir
de los reflejos
que se mezclan
en sus pinceles.