VIOLETA

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Tweek amaba las flores.
De toda clase.
En todos lados
Tenía predilección por aquellas que tenían olores dulces
Amaba los colores matizados que tenían a veces.
Como su piel marcada.
Como sus muslos que evidenciaban la saña y tortura que sufría con frecuencia.
El líquido carmesí y de aroma a óxido que se le escurría de entre las piernas mientras se bañaba después de aquellos calvarios, frotándose vigorosamente hasta herirse.
Lloraba casi siempre.
Pero con el tiempo se habituo a aquello... Craig ya no salía con nadie, se encerraba y miraba a su novio, lo acariciaba lascivo mientras susurraba palabras denigrantes a su oído.
Craig tenía una fascinación con los muslos del rubio.
Los mordía, apretaba, golpeaba y abría con frecuencia.
Adoraba ver aquella tierna carne blanca bajo su poder.
Y Tweek se sentía una flor.
Una flor que había sido cortada.
Una que estaba aprisionada en un jarrón que la mataba poco a poco...
Que le brindaba apenas la cantidad suficiente de agua para vivir...
Pero sabía también que sin esa generosidad... Moriría por su cuenta.
Dejó que pasara...
Su mente viajaba a otro lugar.
A una lejana pradera, a su niñez cuando jugaba con los cachorros de la tienda de mascotas, a un tiempo más simple donde todo era solo un juego...
Tucker había amado la facilidad con la que podía marcar la piel de Tweek.
Lo agradable que era oírlo suspirar de agotamiento y cuan adorable le parecía sonrojado y tirado en la cama como un juguete... Uno suyo y de nadie más.
Y un día simplemente salió sin avisarle nada y le llevó violetas.
Un ramo gigantesco de violetas.
Tweek lo miró sorprendido y con curiosidad, Craig beso los labios del chico y comenzó a hacerle un tejido en su cabello, entretejiendo flores y mechones hasta que terminó.
-Eres hermoso- le susurro mientras lo tomaba por la cintura y lo acercaba a sí.
Craig le había dicho algo amable...
Lo había tratado bien y le había traído un regalo...
Sonrió enternecido casi llorando de felicidad.
Y Tucker lo alzó en sus brazos, aferrándose a él y llevándolo a la cama de nuevo.
Al menos está vez sería menos tedioso que verle con una expresión vacía de siempre.
Tenia que darle ciertos rastros de esperanza.
Ciertos rayos de luz que se filtraran en su oscuridad.
No había nada de divertido en alguien que perdía la fe.
El encanto era verlo pasar una y otra vez...
Tenía que mantenerlo ahí... Y eso... Requería cierta estrategia.

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