adelanto de hades.

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LOS RAYOS de luz solar apenas pasaban por los barrotes de la celda de Hades, alumbrando vagamente la oscuridad de las cuatro paredes de frío cemento. Las paredes estaban adornadas por dibujos hechos con gis creativamente de diferentes maneras de tortura, con flechas señalando "yo" y "los guardias". Al fondo de la pequeña celda, hecha un ovillo, estaba Hades.

Su cabello negro estaba sucio. Hades había olvidado la última vez que lo había lavado. Extrañaba su shampoo traído de París que solía llegar puntualmente a ella cada semana. Bajó la mirada a sus uñas, tan cortas que casi sangraban, después que le arañara la mitad del rostro a uno de los guardias que estaban encargados de ella.

Antes, dos guardias solían estar postrados afuera de la celda. Después de muchos caídos, los Calavera habían aprendido que dejar a Hades sola era mejor.

Sola y encerrada.

Entre las penumbras afuera de su celda, una sombra comenzó a acercarse. Hades tanteó el cuchillo en la cinturilla de sus pantalones, la punta del filo comenzando a hacer un corte que nunca cicatrizaba, pues nunca lo sacaba.

—Debes estar muy desesperado para pedir mi ayuda —canturreó Hades, su voz gruesa y aburrida resonando con eco.

—Hades, haces esto cada que te traemos comida —gruñó el guardia, Francisco, acercándole un plato de sopa fría a través de una pequeña apertura—. Además, ¿quién te dejó ver Thor? Tus privilegios de películas se acabaron cuando... cuando le hiciste al guardia...

Hades sonrió, notando su mano temblar.

—¿Tienes miedo? —Ronroneó, antes de soltar una risita—. No te preocupes. No tengo antojo particular de dedos... O al menos por ahora. 

Francisco tembló, probablemente recordando a su compañero de la semana pasada al cual Hades le había arrancado un dedo y se lo había comido frente a él mientras gritaba, alegando que estaba harta del puré de papa blando y gris que le servían. Cuando cuestionada al respecto, le preguntaron por qué no simplemente lo había dicho. Hades, sorprendida, había alegado que no se le había ocurrido siquiera.

El guardia se fue, dejando el plato frío de sopa. Hades comenzó a comer, hablando consigo misma para romper el silencio. Una hora después, se dedicó a actuar para ella misma una escena de Titanic, con la ligera modificación que en ella, Jack decidía matar a Rose y había una persecución que se limitaba a las cuatro paredes de su celda.

Después de jugar, decidió hacer un poco de ejercicio. No podía hacer mucho, pero tenía que mantenerse en forma. Ser una asesina era un trabajo que requería estar en perfecto estado, y no podía holgazanear incluso en sus vacaciones en la celda de los Calavera. Claro, estaba prisionera, pero también eran las primeras vacaciones que había tomado en años y la comida era gratis.

Nunca se le dice que no a la comida gratis.

Horas después, escuchó un estruendo. Al parecer, había un problema arriba.

Hades estaba encerrada en una de las viejas celdas del sótano, las cuales habían visto años mejores, mientras que en la parte de arriba estaban los cuarteles de los Calavera, unos cazadores de hombres lobo que se regían por el código, y un club nocturno. Estaba acostumbrada al ruido de la música pero algo le había parecido diferente.

Media hora más tarde, una figura familiar se acercó a su celda.

—Guardia Alejandro, ¿qué le hace venir a visitarme a estas horas de la noche? —ronroneó. Alejandro la miró, completamente serio.

—Hades, solo soy yo —dicho esto, Hades cambió totalmente su expresión depredadora y suavizó ligeramente la mirada, caminando hacia él.

—¿Todo está bien con los niños? —preguntó Hades, sin molestarse en ocultar la preocupación en su voz. Alejandro era uno de los suyos, un niño que Hades había encontrado víctima de un accidente animal, o al menos así aparecía en los reportes. Alejandro viajaba por la frontera de México hacia Estados Unidos cuando un coyote los atacó. O mejor dicho, una mujer coyote.

Impossible /Teen WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora