Capítulo 19. Saturno

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Yo no quería amarte, tú me enseñaste a odiarte
Todos los besos que me imaginé vuelven al lugar donde los vi crecer
En Saturno viven los hijos que nunca tuvimos
En Plutón aún se oyen gritos de amor
En la Luna gritan a solas tu voz y mi voz
Pidiendo perdón, cosa que nunca pudimos hacer peor.

RAOUL/AGONEY

Agoney. Eso era lo que sentía en esos momentos Raoul. Aún con todos los gritos, con el estrés propio de un concierto y con la gente de allá para acá, en ese momento sus cinco sentidos solo le sentían a él; su cuerpo abrazado al suyo bajo sus manos, su sabor mientras le besaba, su olor inundándolo todo, el sonido de sus besos y, al abrir los ojos en cuanto se separaron por fin, el color de los ojos oscuros que quería más que nada en el mundo que le miraban como si lo fuera todo. De la misma forma que él le miraba a él.

Llevó una mano a su mejilla acariciándole con ternura y posándola ahí, observando como el canario ladeaba la cabeza para dejar un suave beso en su palma y otro en el anillo que ahora estaba ahí colocado. Se miraron a los ojos, perdiéndose en los del contrario, en su pequeño mundo que sólo les incluía a ellos, hasta que escucharon un grito y un cuerpo chocar contra el de ambos.

—¡Te lo ha pedido! ¡Se lo has pedido!—dijo una Aitana muy emocionada mientras se abrazaba a ambos. Ambos rieron y correspondieron el abrazo.

Su amiga empezó a parlotear sobre la boda, que podían hacer y dónde hacerlo, pero Raoul no la escuchó y supuso que Agoney tampoco. Sólo eran capaces de mirarse el uno al otro, como si el resto no existiera, cómo si el mundo solamente fueran los ojos oscuros emocionados y los de color miel que retenían lágrimas.

—Te quiero— le dijo el canario en cuanto volvieron a estar solo tras la marcha de Aitana que estaba muy emocionada y se lo iba a contar a todos. Raoul se acercó a él, abrazándole por la cintura y posando sus labios en los del canario, besándole con todo el amor que pudo darle.

—Y yo mi amor, y yo—contestó hundiendo su cabeza en el cuello del canario y dejándose consumir de nuevo por el canario, que le apretaba entre sus brazos.

—Perdona...—dijo una voz interrumpiendo el momento. Ambos se separaron mirando al hombre que con una pequeña sonrisa de disculpa les miraba—Raoul, ¿Verdad?

—Sí—dijo el catalán mirando rápidamente a Agoney, que le mantenía abrazado y miraba serio al hombre.

—Bueno, enhorabuena lo primero, no quiero parecer entrometido pero bueno, te ha pedido matrimonio aquí en medio así que...— dijo con una risa nerviosa. Ambos sonrieron cortésmente y se lo agradecieron.

—Me llamo Max, y soy el productor de Sony, no se si has oído hablar de nosotros.

Raoul abrió los ojos y miró a Agoney que empezaba a esbozar una sonrisa en su cara y que le hizo un gesto con la cabeza para que contestara porque se había quedado pasmado.

—Eh sí... Claro que he oído hablar de vosotros soy fan—dijo atropelladamente.

Qué dices Raoul, fan de qué si son una discográfica. Oyó la suave risa y el carraspeo mal disimulado de Agoney a su lado.

—Fijo que si— dijo el hombre claramente divertido con su respuesta—Bueno, te he escuchado, la verdad es que en estos conciertos y eventos nunca se sabe quien puede captar tu atención ¿Sabes? Y creo que tú eres de esos que la captan, la capturan y hacen que no quieras apartarla de ti. Tienes algo chico, y creo que llegarías muy alto.

Me va a dar algo.

—Gracias—dijo como pudo, abrumado por lo que creía que estaba implicando. Agoney le dio un pequeño apretón en la cintura a modo de apoyo que agradeció enormemente.

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