Capítulo 18. Everything I do.

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Look into my eyes, you will see
What you mean to me
Search your heart, search your soul
And when you find me there you'll search no more

—Raoul, despierta cariño que vas a llegar tarde—dijo Agoney repartiendo besos por la espalda desnuda del chico que dormía sin preocuparse de nada más. 

Siguió bajando sus besos por toda su columna vertebral notando como poco a poco el cuerpo de Raoul despertaba y se tensaba y destensaba mientras en rubio se estiraba y emitía los ruiditos que siempre hacía por las mañanas y que conseguían que él se muriese de ternura.

—Cinco minutos más—oyó como murmuraba desde su posición en su baja espalda. Agoney dejó otro beso ahí, acariciándole para desperezarle.

—Venga que ayer dijiste que es mejor no hacer esperar a Mireya—le dijo recordando como su el rubio había insistido en que su amiga daba miedo cuando alguien llegaba tarde.

—Pues que espere—le pareció oírle decir mientras se estiraba más y se abrazaba a la almohada. Ese movimiento consiguió que la sábana que cubría el cuerpo desnudo de Raoul se moviera, dejándole ver en primer plano la parte superior del culo de su chico. Prometido se recordó a si mismo con una sonrisa, y sin poder ni querer frenar sus movimientos la movió dejándolo completamente a su disposición. Repartió besos y caricias que hacía suspirar a Raoul, que abrió ligeramente las piernas para dejarle más espacio, y levantó las caderas ligeramente. Agoney se lo agarró con las dos manos y sonrió, dejando un beso en cada nalga.

—Despierta.

—Tú sigue tocándome el culo así y despierto en un minuto—le dijo ahora con la voz cargada de deseo y no de sueño. Agoney apretó su agarre y el catalán suspiró.

—¿Ya estás despiertó?—le preguntó sin dejar de tocarle.

—Tengo mucho sueño...

El canario le levantó las caderas dejándole apoyado sobre sus rodillas y con la parte superior de su cuerpo contra el colchón.

—¿Y ahora?

—No—dijo Raoul jadeando. El canario empezó a besarle y morderle hasta llegar al hueco entre sus nalgas, en donde lamió y sopló haciendo que Raoul emitiera el primer gemido del día.

—Ago...

—¿Y ahora?—preguntó lamiendo la zona.

—Aún no— respondió jadeante.

—Vaya, tendré que ayudarte—comentó antes de acercarse a su agujero y empezar a lamerlo, besarlo y diltarlo con la lengua. Mientras lo hacía oía los gemidos de Raoul, que había elevado más las caderas y abierto más las piernas dejándole más espacio. El rubio jadeaba y se movía contra su cara, buscando mayor contacto lo que hizo que una de las manos de Agoney le agarrase la cintura frenándole mientras que la otra se dirigió al miembro ya duro y húmedo del chico, el cual cogió con su mano y empezó a masturbar. Y ahora sí, Raoul gimió y encorvó la espalda quedándose completamente expuesto para él. Agoney mantuvo los movimientos de su mano y de su lengua lentos y profundos de forma que desquiciara al chico y no le dejara llegar tan rápido como quería. Raoul suplicaba que acelerara, que fuera más rápido, más fuerte y más profundo, pero el mantuvo el ritmo lento y constante, haciendo que llegara al borde del orgasmo pero sin poder llegar a tenerlo.

—Ago, por favor, por favor—le suplicaba el chico entre gemidos y jadeos tras varios minutos de tortura— No puedo más, necesito...

Agoney no le dejó terminar, apiadándose de su chico y acelerando los movimientos de su mano e incorporando ahora dos dedos junto a su lengua. En cuanto Raoul notó el cambio movió las caderas de nuevo acompañando sus movimientos, alzándose y apoyándose sobre sus manos quedando a cuatro patas sobre la cama. Agoney le miró, separando su cara y dejando sus dedos dentro, encontrando rápidamente el punto que le hacía echar el cuello hacia atrás y gemir, acelerando los movimientos de ambas manos y observando como el catalán se deshacía ante él entre gemidos y gritos de placer que llevaban su nombre. Cayó rendido sobre la cama, girándose para mirarle. Agoney se colocó sobre su regazo, con cuidado de no restregarse demasiado sabiendo que Raoul estaba sobrestimulado y se dedicó a acariciarlo y besarle el pecho con inmenso cariño mientras recuperaba la respiración, como si fuera un lienzo y sus labios los trazos que lo daban vida.

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