Capitulo 30 (Perdida de memoria)

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Andrea.

Me levante de él suelo sacudiendo mi ropa sucia. No entendía donde estaba.

Mire hacia los lados. Estaba en una habitación blanca.

Una sombra apareció de la nada y que me miró con cara cínica.

-Hola Andrea- sonrió.

-Quien eres!?! Que quieres de mi?!? Como sabes mi nombre?!? Donde estoy?!?- las preguntas salían de mi boca como ráfagas de viento.

-Shh azulada hoy nos lo pasaremos bien.

-DEJAME!- dije en cuanto vi que me arrastraba a otea habitación.

Me llamo Andrea...y...no recuerdo nada más...

-Vamos muévete.-dijo enfadado.

Empecé a moverme que me había pasado?

Me mire al espejo, un espejo grande.

Tenia el pelo negro y largo. Muy liso. Estaba vestida con un uniforme (seria de mi colegio o instituto) Mis ojos eran grises tirando a azul. El flequillo me cubría un poco los ojos. Y mi mirada estaba pérdida.

-Yo te lo contaré todo.

Era un chico. Tenia un pelo moreno. Sonreía todo el rato.

Sus ojos eran oscuros, pero a la vez hermosos. Su boca era amplia y su nariz pequeña.

Me miraba divertido.

Me agarro de la mano y me sentó en una silla. ¿De donde coño había salido esa silla?

Miraba confundida todo. De la nada aprecio un tipo de fuerza de plasma frente ami con forma de círculo.

En ella aparecían imágenes.

Gente muerta. Yo o almenos este cuerpo sola tirada en el suelo llorando. Escuchaba una voz.

Todos te traicionaron. Prefirieron el físico y el dinero antes que tus sentimientos. Abraham no te quiere ni te querrá, lo hace por sus propias cosas. Solo quiere saber que paso con sus familiares lejanos. Tenér confianza con una Musirita como tu para luego destrozaroz. Tu hermano murió por su culpa. Todos te quieren traicionar ven conmigo, no te are daño, ven conmigo.

Como poseída seguí la voz.

Abrí mis ojos ampliamente al ver una sala totalmente negra, muebles negros, espejos negros, todo negro.

Había una cama. Me tumbe en ella con plena confianza de que era mía.

Llamaron a un teléfono que estaba en la pared. Lo cogí.

Es ora de tus clases Andrea arreglate bien el uniforme y ven a la sala de espera.

Me arregle el uniforme. Estaba descolocado. Me mire al espejo y me peine con un peine que yo estaba segura de que era mio.

Empecé a caminar. Mi postura era recta y aquel uniforme formaba mi figura.

Cogí unos libros que había sobre la mesa. Y bebí un zumo que estaba a su lado.

Tenia plena confianza de que esa era mi casa. Y me sabia donde estaban todas mis cosas. Eran mías estaba segura.

Avance por un pasillo largo y amplio. Solitario y negro.

Había pequeñas luces por lo que podía seguir el camino con dificultad.

Me pare en una puerta grande. La abrí y me encontré con dos mesas. Una era grande. La otra pequeña.

Me puse frente a la pequeña de pie. Era más o menos perfecta para sentarme.

Como si alguien hubiera escuchado mis pensamientos apareció una silla. Me senté en ella y comprobé por mi misma que la mesa si que era perfecta para mi.

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