#24

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-El clima está muy tranquilo hoy.

A diferencia de otras veces, aquella mañana no pude negar el comentario de mi hermana, aunque sé que eso sólo se debe a la gran diferencia de nuestros pensamientos y perspectivas.

Tenía razón, el clima se sentía y escuchaba tranquilo.

El sol calentaba, pero no a tal punto de hacernos sudar. El viento era agradable, sin embargo, apenas y nos movía el pelaje. El saludo de la naturaleza era el mismo, no obstante, todo parecía ir en más armonía que de costumbre.

Bakugou ya había abandonado la casa hace un par de horas más o menos, dejándonos con la compañía de Uraraka y dándonos su aprobación para poder construir una pequeña fogata. Eso hicimos, y por primera vez tal pareció que no provocaríamos problemas. Menos un incendio.

Bakugou nos había prestado el encendedor de la casa y prohibido tomar la madera de cualquiera de los muebles de su casa, algo bastante razonable, sin embargo, nosotros solamente utilizamos madera del bosque y unas cuantas hojas, olvidándonos por completo del pequeño encendedor para utilizar nuestras técnicas de supervivencia.

Habíamos encendido una pequeña fogata solamente para asar unos grillos que encontramos por ahí, aperitivos que nuestra hermana debería comer para la salud, tanto para la de ella como la de su futuro cachorro.

Su vientre hace un tiempo ya se había hinchado. Su panza se notaba cada vez más, del mismo modo, los cambios de ella, tanto físicos como emocionales. Al principio nos costó un poco acostumbrarnos a ellos, aunque todos sabíamos que para Midoriya aquel asunto fue el doble de intenso, ya que a diferencia de nosotros él vivía con ella. El cambio en su apetito o sus inesperados ataques emocionales, quejándose de su cansancio, a veces estallando en llanto o simplemente enojándose por cualquier cosa o con quien sea que la observara.

Por supuesto, ella era consciente de lo que sucedía y no tardaba en pedir disculpas a quienes fueran sus víctimas, del mismo modo, nosotros la tranquilizábamos haciéndole entender que comprendíamos su situación.

-Todoroki, ¿recuerdas lo que solíamos hacer junto a los demás durante estas fechas?

Asentí con la cabeza.

No era necesario que me lo repitiera, yo aún mantenía dentro de mi mente todos los recuerdos de aquellos días en que, junto a Kirishima y nuestros demás hermanos, solíamos perdernos en los bosques fuera y lejos de la manada para ir en busca de los espíritus de las montañas. Allá a los pies de las mismas que nos separaban de las demás manadas, cerca de los ríos, pues según nuestros ancestros, durante esas fechas era la mejor oportunidad para encontrarlos.

Incluso si hasta ahora nunca fui capaz de encontrarlos, aun mantengo vivo el recuerdo de las palabras de mis ancestros y de todas las aventuras que tuve junto a mis hermanos allá a la lejanía. Recorriendo los límites de los bosques, manteniéndonos motivados con la esperanza de poder encontrar a los espíritus de nuestros ancestros de hace miles de años, bailando a los pies de las montañas bajo la imagen de pequeños remolinos, utilizando y llevándose con ellos las hojas caídas de los árboles más viejos.

Siempre éramos los mismos quienes abandonábamos la seguridad de nuestra manada con el único objetivo de encontrar maravillas allá afuera. Kirishima, quien en ese entonces seguía siendo el Eijirou de antes; Mina, Hanta y Denki. Sumándose a ellos yo, quien apenas hacía notar su presencia, pero a quien nunca dejaron de lado y siguieron invitando a sus travesuras.

Ellos siempre fueron así, tanto conmigo como con cualquier otro a quien le costaba poder relacionarse con sus iguales. Ellos nunca me dejaron de lado y olvidaron, algo de lo que me sorprendí bastante el día en que aparecieron frente a la casa de Bakugou por primera vez y demostraron reconocerme, asimismo, aceptarme nuevamente. Y aunque hasta ahora no sepa qué es realmente lo que ellos piensan de mí, puedo confiar en la verdad de su aprecio y lealtad.

¡Mamá, me casé con el perro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora