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Se encontraba haciendo el desayuno, frente a la sartén mientras revolvía algunos vegetales con los que esperaba poder llamar la atención del pelirrojo gracias al aroma. Aún sostenía ese malestar pequeño pero agudo dentro de su pecho, creyendo inútilmente que podría cesar dándose una ducha bien fría a pesar del clima, pero no. Eso no sucedió.

Habían transcurrido casi dos horas desde lo ocurrido y nada parecía cambiar el ánimo del otro, incluso ni siquiera se inmutó cuando Bakugou se fue a vestir dentro de su propia habitación y sacó algunas cosas de la parte superior del mismo armario.

Nada.

Revolvía el interior de la olla con la cuchara de palo apenas con las suficientes ganas de seguir cocinando, estaba harto de tener que pasar por estos problemas sólo porque no podían comunicarse bien. Estaba seguro de que si al menos ese sujeto pudiera entender un lenguaje básico las cosas serían mucho mejores y más fáciles, pero era imposible que eso sucediera de un día para otro, y menos cuando solamente ayer pudieron interactuar sin que el pelirrojo quisiera asesinarlo con sus garras. Y, obvio, mucho menos cuando acababa de cagar todo el progreso de esa pequeña interacción.

Agradecía no tener hijos, maldición. Seguramente vivirían traumados y en una constante pelea emocional tratando de averiguar si su padre los quería de verdad o no.

Las demandas les lloverían a montones, joder.

Aunque criar a ese desgraciado no se le estaba siendo tan diferente a de cómo debía cuidarse un niño. No, sí era diferente. Espera, quizás no del todo. Bueno, en realidad no lo sabía pues jamás había criado uno y solamente se basaba en los comentarios negativos y agotados de sus compañeros que hace poco habían sido padres. Lo único que podía concluir de esos comentarios es que cuidar de un niño, sin importar la edad, era un terrible dolor en el culo.

Y Bakugou sabía que para él sería mucho más difícil hacerlo, porque al menos ellos tenían paciencia, él no. Y ellos querían a sus hijos porque eran su sangre, y él no quería a ese idiota. Tan sólo lo estaba cuidando porque era su trabajo, ¿verdad? ¿Entonces por qué mierda lo hacía sentir tan extraño? Ya era molesto tener que sentirse un verdadero monstruo con cada cosa que le hacía y lo terminaba por ahuyentar. Hijo de puta, ¿qué demonios pasaba con él?

No, más bien, ¿qué demonios pasaba consigo mismo? Era un extraño, maldición... No debía involucrarse tanto con él o de otro modo terminaría...

Sintió cómo le jalaban del pantalón. Miró hacia abajo y se encontró al aludido, mirándolo con angustia y arrepentimiento. Le había sorprendido un poco pues no lo había escuchado bajar las escaleras y mucho menos caminar hacia él, pero eso no importaba. Había bajado y ahora estaba dándole la cara, eso era suficiente como para dejar de preocuparse y sentir aquella molestia en su interior esfumarse.

-Lo siento, humano... No volveré a hacer cosas que te molesten otra vez, lo prometo...

Se disculpaba sinceramente mientras refregaba su cabeza y parte de su rostro contra su pierna, disculpas que para los oídos de Bakugou sonaban como simples lloriqueos y gruñidos desanimados caninos, pero que de alguna forma pudo interpretar como tales. Suspiró rendido. -Está bien, idiota, pero no te disculpes tanto. -Habló alejándolo suavemente con el pie para que mantuviera la distancia. -Después de todo, yo te grité, y eso estuvo mal de mi parte... ¡Es sólo que debes aprender a mantener la distancia y no violar mi maldito espacio personal! ¿entiendes? ¡Espacio personal!

Eijirou no sabía por qué el humano cambiaba tan drásticamente de actitud de un momento a otro, pero no se preocupó demasiado, después de todo no parecía estar enojado como hace recién.

-¡No puedes ir besando ni lamiendo a la gente cuando se te de la puta gana, idiota! Eso da miedo y es asqueroso, ¡hazlo con tu pareja y no jodas a alguien más! ¡Mucho menos a mí! -Exclamaba entre enojado y avergonzado al verse tener que explicar ese tipo de tonterías a ese salvaje, agitando sus brazos y manos hacia todos lados con el fin de que esa bestia entendiera al menos alguna señal. -Quizás para ti sea algo normal y divertido, ¡pero debes tener consideración con los que no pensamos igual, idiota! Mira, no quiero sonar rudo contigo, pero si aprendiste eso mediante acoso sexual o algo por el estilo en algún momento de tu vida, déjame decirte que esas cosas no son buenas. O al menos no en el aspecto que tú consideras normal, porque cualquier extraño pensaría que eres un pervertido o algún violador que... ¡¿me estás escuchando?!

¡Mamá, me casé con el perro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora