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-¡Sigue llorando y voy a partirte la maldita cabeza, asqueroso de mierda! –Advirtió Katsuki amenazándolo con un grueso libro de leyes con la que casi mata al pobre chico pelirrojo por la estupidez que estuvo a punto de hacer en su puerta.

El pelirrojo bajó su cabeza avergonzado y arrepentido volviendo a mirar hacia la esquina de la pared en donde Bakugou lo había dejado para que dejara de tocarle los cojones.

Eijirou había sido castigado en su primer día como compañero del humano. Gimió con tristeza. Debió haber sido un poco más considerado con el humano y su cultura, ahora había cometido su primer error y ya no podría mantener una imagen pura de sí mismo.

¡Pero eso no importaba! Aquello ahora pasaba a ser parte de su pasado, un simple error accidental, y no se dejaría vencer por algo tan banal como aquello. A partir de ese momento se esforzaría mucho más en no causar problemas y dejaría de pensar que su cultura y la del humano con las cejas arrugadas eran iguales, ¡sólo así no causaría más inconvenientes!

Ahora debería aceptar su castigo sin chistar, aunque tampoco se sentía tan mal por ello. Es cierto que lo había golpeado casi brutalmente con ese extraño objeto color rojo, pero no podía quejarse pues él mismo se lo había buscado y porque tal vez esa era la forma en que los humanos regañaban a sus cercanos. Sí, definitivamente debía ser eso. Y graciosamente no era muy distinto al trato que se llevaba dentro de su manada. Cuando los más jóvenes o los machos casados se equivocaban, usualmente eran golpeados o mordidos por sus parejas o por sus superiores.

Sí, no veía mucha diferencia en ello.

Aunque... sólo esperaba que no lo hiciera muy seguido o terminaría haciéndolo papilla.

Tocaron a la puerta. Katsuki se vio obligado a llamar nuevamente al pecoso para notificarle que el sujeto había abandonado su armario y ahora se estaba pasando de listo dentro de la casa, en otras palabras, se encontraba bien y dispuesto a escuchar.

Bakugou fue a abrir sosteniendo aún el libro y una expresión no muy divertida. -¡Cállate, basura! –Gritó al pelirrojo en cuanto éste empezó a gruñir ante el llamado a la puerta. Tal cual perro ante la llegada de un desconocido a casa. –Esta no es tu casa, hijo de puta... -Murmuró irritado.

Eijirou se calló volviendo su mirada hacia el frente a regañadientes. Percibía nuevamente la presencia del otro humano con manchas en el rostro del otro lado de la entrada de su nuevo hogar, recordaba su olor levemente a pesar de los días. Olía bien, sí, pero tenía ciertas dudas respecto a algo y quizás podría averiguarlo correctamente si entraba.

Bakugou abrió la puerta y se encontró con el asqueroso rostro de Midoriya, quien entró súper emocionado y mirando hacia todos lados en busca del chico de cabellos rojos. -¿Hola? ¿Perro-san? ¿Dónde estás? –Lo llamaba tal cual estuviera llamando a su mascota.

Katsuki cerró la puerta en un mediano portazo, molesto por la actitud ridícula con la que había llegado Deku a irrumpir en su casa. -¿Por qué mierda estas tan emocionado, imbécil? Esa no es la actitud con la que deberías estar ahora. Te recuerdo que ese anormal NO es un perro de verdad.

-¡Kacchan, no seas así! Solamente quiero que vea que soy alguien agradable.

-No eres agradable, eres asqueroso. –Escupió Katsuki cruzándose de brazos.

Izuku lo miró de reojo ya acostumbrado a sus insultos. -Tú tampoco lo eres... ¡Ah, ahí está! –Exclamó feliz al encontrarse con el pelirrojo mirándolo de reojo en una esquina de la sala. Midoriya se dirigió molesto a su amigo. -¿Qué le hiciste ahora?

-¡Está castigado! ¡Ese desgraciado infeliz por poco y se orina en mi maldita puerta! –Se quejó el cenizo amenazando al pelirrojo con la mirada quien aún seguía sentado en la esquina con leve inquietud por querer acercarse a Midoriya.

¡Mamá, me casé con el perro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora