Capítulo 20

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A Través De Otros Ojos

James

Cuando quejicus insulto de esa manera a Jillian lo último que quería era dejarlo ir, solo quería reventarle la nariz a golpes por hacer tan gran insulto a alguien que lo consideraba su amigo.

Mientras el idiota de Snape colgaba de cabeza mostrando sus calzoncillos, que realmente se veían muy sucios, no pude dejar de pensar en mi pelirroja amiga, por eso llego un momento donde solté al estúpido y emprendí mi camino lejos de allí.

Cualquiera pensaría que se trataba de que me hubiera aburrido de fastidiar a quejicus, pero no, era las palabras de Jillian que se repetían una y otra vez que no era capaz de escucharla, eso era absurdo, siempre escuchaba lo que decía, solo que verdaderamente me caía mal esa serpiente, aun por sobre las demás.

Existían varias razones para que esta enemistad se formara, la primera aunque me costara admitirlo, es que yo era muy seguro de lo que creía y de lo que me habían enseñado, no confiaba en ningún Slytherin porque uno de ellos había matado a mis abuelos cuando mi padre apenas era un niño.

Estaba el caso Lily, por supuesto, el hecho de que el idiota viviera pegado a ella no era muy de mi agrado ¿Cómo podía pasar el día con él y odiarme a mi? No lo entendía.

Jillian, el punto sobre todos los demás, era mi mejor amiga y sabía lo cercana que era con quejicus, temía por su seguridad, ese imbécil podría hacerle algo en cualquier momento, y yo lo mataría si llegara a lastimarla. Ella era una de las cosas más importantes de mi vida.

— ¿Todo bien? —Sirius me había alcanzado, traía su típica cara relajada, como si no le hubieran echado una reprimenda a él también hace menos de quince minutos. — Es increíble que te hayas ido así, simplemente.

— No me sentía del todo cómodo.

— ¿Jillian?

— ¿Qué con ella?—Interrogué despeinando mi cabello en un acto de desesperación— Creo que me odia.

— No te odia, cornamenta, solo está enojada, quizás este en sus días, como aquella vez que no lanzó un hechizo que nos hizo salir hongos de las orejas, y eso solo porque no teníamos chocolate.

— Esta vez no es igual.

Negué con la cabeza, me hubiera encantado que simplemente fuera uno de eso momentos en los que se enoja y después de un rato se le pasa, pero ese no parecía el caso. Había visto sus ojos, siempre podía ver que tan enojada estaba porque se oscurecían y podía jurar que había visto carbones hirviendo dentro de ellos.

— ¿Por qué no vas a hablar con ella? Seguro lo resuelven rápido.

— Te recuerdo que también está enojada contigo, Sirius.

— Sí, pero yo puedo soportar su indiferencia por más tiempo del que tú puedes— Se carcajeo mi amigo de cabello oscuro—. Te arrancaras el cabello.

— Puedo resistir más que tu sin hablar con ella.

— ¿Es una apuesta?

— Ey, alto los dos, ¿Qué demonios hacen? — Entró Remus en escena, seguido por un agitado Peter, él era el más pequeño del grupo por lo que un paso de nosotros equivalía a tres de él, ni hablar cuando debíamos correr— No me gusta la palabra apuesta de ustedes dos.

— Oh vamos, Lunático— Incitó Sirius— No seas aguafiestas, ni siquiera sabes de que es la apuesta.

— A ver, ¿De qué?

Secretos de una MerodeadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora