DELIRIOS DE LA SANGRE
El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se detuvo. Todos se empujaban para salir al pequeño y oscuro andén. Severus, Lily y yo bajamos entre la multitud y nos estremecimos bajo el frío aire de la noche. Entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos.
— ¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí!
Un enorme hombre de cara peluda y altura que nadie que no supiera de la magia creería normal, rebosaba alegría sobre el mar de cabezas.
—Mi nombre es Hagrid, soy el guardián de las llaves de Hogwarts y el guardabosque, los llevare al astillo así que síganme y no me pierdan la pista.
— ¿Cómo hacerlo? — Murmuró una voz atrás de mí que reconocí como el joven de antejos. — Debe ser un semi-gigante.
Resbalando y a tientas, seguimos a Hagrid por lo que parecía un estrecho sendero. Estaba tan oscuro que pensé que debía de haber árboles muy tupidos a ambos lados. Nadie hablaba mucho. Todos parecían interesados en no perderse nada del extraño recorrido.
— En un segundo, tendrán la primera visión de Hogwarts —exclamó Hagrid por encima del hombro—, justo al doblar esta curva.
Se produjo un fuerte ¡ooooooh!
El sendero estrecho se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. En la punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas.
— ¡No más de cuatro por bote! —gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla. Lily, Severus y yo subimos a uno, junto a una chica que no paraba de murmura cosas desde el momento en que habíamos bajado del tren.
— ¿Todos han subido? —continuó Hagrid, que tenía un bote para él solo—. ¡Venga! ¡ADELANTE!
Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago, que era tan liso como el cristal. Todos estaban en silencio, contemplando el gran castillo que se elevaba sobre sus cabezas mientras se acercaban cada vez más al risco donde se erigía.
Mientras miraba el hermoso lago que reflejaba una belleza poco imaginable pude ver de nuevo a aquellos chicos del tren, iban hasta la punta de los botes que parecía tambalearse ante su peso pero por suerte, otros dos chicos estaban en la parte de atrás, uno parecía temeroso, era gordo y de cabello rubio, parecía tartamudear intentando decirle a los dos chicos del tren que se sentaran bien, el otro chico en el barco solo negaba con la cabeza mientras les decía algo que yo no llegaba a escuchar..
— ¡Bajen las cabezas! —exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco. Fuimos por un túnel oscuro que parecía conducirnos justo por debajo del castillo, hasta que llegamos a una especie de muelle subterráneo, donde trepamos por entre las rocas y los guijarros.
Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo.
La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento que se me cruzo fue no tener problemas con ella.
—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.
—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
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Secretos de una Merodeadora
Fiksi Penggemar- Evans y Potter castigados, en un problema que ni siquiera iniciaron juntos ¡No entiendo! ¿Qué les paso?-Interrogó la profesora McGonagall frente a nosotras. Estaba iracunda, no era mi culpa que estuviéramos así, menos que allí, él había iniciado y...