Capítulo 17

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Caroline me abrió la puerta.


-¿Qué?¿De dónde vienes? Tu padre está a punto de llegar- dijo con voz arregañadiente.


-Salí de fiesta con unos amigos- dije mientras entraba por la puerta quitándole importancia 


-Corre a la ducha, que hoy tenemos visita- dijo negando con la cabeza. Yo la miré extrañada


-¿Quién?



-Amigos de Gian, al parecer tu padre quiere enseñarles la zona.- respondió. 


Yo no dije nada y subí las escaleras corriendo. Rápidamente me metí en la ducha. Necesitaba despejarme, la cabeza me iba a matar. Encima hoy tendríamos fiesta en casa. Gian apareció por mi mente, no lo había visto desde la noche del registro. Sabía que había ido de viaje con mi padre, pero nada más. Podía decir que tenía ganas de verle. Aunque tampoco quería hacerlo por otra parte, no sabía que pasaría con Etto. Tampoco quería hacerme ilusiones con él, pero quién sabe. Gian era un chico muy atractivo, muy muy atractivo. Por ahora se podía decir que me gustaba, pero la situación era complicada. Eran negocios, si no salía bien esto acabaría en guerra, y estaría feo eso de luchar contra tu amante. Bufé, Lia no pienses en eso.


Salí de la ducha. Aun eran las 12. A mi padre le gustaba comer tarde, por lo que aun tendría tiempo para darme un baño en la piscina y después ya me arreglaría. 


Salí en dirección al jardín. No había nadie. Me acomodé el bikini antes de meterme en el agua. Esta estaba congelada, poco a poco logré sumergirme del todo. Empecé a nadar de un lado a otro, en unos minutos logré entrar en calor, entonces cerré los ojos y me relajé. Perdí la noción del tiempo.


-¡Lia! Sal de ahí


Abrí los ojos alterada, al lado de las escaleras estaba Caroline. Yo sonreí como una niña pequeña a modo de disculpa. Salí lo más rápido que pude, pero ya era tarde. Mi padre, Gian y dos hombres más venían en nuestra dirección.

Mi padre iba vestido con unos vaqueros de Armani y una camisa blanca. Siempre iba muy elegante, sobretodo cuando se trataba de negocios. Gian iba más cómodo, una camiseta de olor gris y unos vaqueros rotos. A su derecha un chico bajito y moreno, vestido con una camiseta roja. Lo observé durante unos segundos. Era el estereotipo del gracioso del grupo. Podía oírle reír en la lejanía. El otro era igual de alto que Gian. Rubio y con ojos negros. Llevaba un polo negro y una cadena de oro bastante llamativa.


-Caroline podrá ayudaros en todo lo que necesites.-dijo mi padre mientras sonreía a los chicos.- Y ella es mi hija Lía


Yo me quedé  mirándolos y no dije nada, ambos se quedaron mirándome pero no hicieron nada tampoco. Esto empezaba a ser incomodo. Miré a Gian. Él únicamente tenia ojos para sus amigos, ni si quiera me había mirado.


-Bienvenidos- dije intentando romper el silencio. No me acerque a ellos para darles la mano ni besarlos. Estaba empapada porque acababa de salir de la piscina y no tenía intención de mojarlos.


-Gracias- dijeron ambos al unísono


-Bien, vamos hacía dentro y seguimos hablando- dijo mi padre señalando la casa- Ah, Lía. Vístete antes de ir a comer.


En cuanto se alejaron yo me eché a reír. Mi padre no podía haber sido más directo. Caroline me miró arregañadientes. Yo me acerqué para darle un beso en la mejilla y de paso mojarle la camisa.


-Ay, no, no, no. Ya vale. Vete a vestirte.- dijo mientras se alejaba enseñándome su sonrisa. Yo la vi alejarse. Caroline siempre había estado ahí. Era parte de mi familia y la quería como a una madre.


Abrí l puerta que daba al comedor principal. Ya estaba todo el mundo sentado. Mi padre presidía la mesa, a su izquierda estaba Gian y en el lado derecho había un sitio para mí. Los hombre de Gian se encontraban sentados a su lado.


Me senté bajo la atenta mirada de Gian. Mi padre y los dos hombres hablaban animadamente sobre el trayecto que hacía las mercancías antes de salir al mercado y ser distribuidas. En ese momento Ambar se acercó y nos sirvió la comida. No sabía cómo actuar cuando ella estaba cerca, quería decirle algo, apoyarla en su embarazo. Pero no sabia cómo.


-Lia, hoy vamos a ir a cenar. Después iréis a ver el nuevo club, hay que hacer publicidad.- ordenó mi padre. No me lo tomé mal. En una circunstancia normal mi padre siempre me hubiera preguntado primero qué quería hacer. Él nunca me solía dar ordenes. Pero en este caso lo entendía. Tenía que mostrar poder y liderazgo en frente de los socios.


Yo únicamente le dediqué una sonrisa a modo de afirmación y empecé a comer

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