Capítulo 19

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Battista, Gian y yo seguimos al camarero. Aun no sabía quién me había invitado. Quizá mi padre le dijera a Nene que pidiera que nos llamaran, pero algo me decía que no era así. Caminamos durante un par de minutos, algunas miradas curiosas nos seguían. Todo el mundo sabia quienes éramos. Nos metidos dentro. Allí había una larga barra, hacia la derecha estaban señalizados los servicios y otras habitaciones. En el pasillo de la izquierda había un cartel que ponía "SALAS". Nos dirigimos hacia allí. Cada puerta estaba señalizada con un numero, nada más. Llegamos a la sala numero 9. En la puerta había un hombre de seguridad con un pinganillo en su oreja izquierda, el camarero se marchó hacia la barra dejándonos allí. El segurata nos miró de arriba a abajo, y sin decir nada abrió la puerta obligándonos a pasar.

La habitación era amplia. Al fondo había un sofá gris bastante grande, a la izquierda un arco  dirigía a otra habitación de la que no podía ver casi nada, solo un balcón con unas vistas increíbles. En la mitad de la habitación reinaba una mesa redonda. Varios hombres se encontraban sentados al rededor, en la mitad una baraja de cartas y montones de dinero. Eché un rápido vistazo a las caras que se encontraban en la habitación. El primero era un hombre de avanzada edad, sin pelo y vestido con un traje a rayas. Una joven se encontraba de pie a su lado acariciándole los hombros. El segundo llevaba una pesada cadena de oro y diamantes colgada de su cuello, a su lado otro hombre mucho más joven que los anteriores, vestido con una camisa algo desaliñada, parecía algo borracho. Su mirada estaba fija en dos mujeres que estaban sentadas en el sofá y le sonreían. Y por último alguien al que conocíamos bien, Etto. En cuanto me vio se levantó y se acercó a nosotros

-Buone notte - ronroneó en mi oido para después dejar un húmedo beso en mi cuello. Después miró a Gian y a Battista ny les tendió la mano sin decir nada - ¿Qué hacéis aquí? - preguntó 

-Tú nos has llamado - respondió cortante Gian

- Bueno, en realidad llamé solo a Lia. Necesitábamos a uno más para jugar. Pero podemos haceros un hueco - replicó mientras le hacia un gesto al hombre de seguridad. Este rápidamente se dirigió al chico más joven de la mesa y lo levantó a la fuerza de la silla. Este empezó a lloriquear mirando a Etto

-¡No! Por favor Etto ¡Necessito recuperar ese dinero!- gritó revolviéndoselo en los brazos del hombre de seguridad

-Ya no te queda nada que apostar Carlo, vete a casa a descansar con tu familia. Mañana hablaremos. Tómatelo como un favor - dictó Etto de forma tranquila y se dirigió a la mesa - Solo hay sitio para uno de los dos - dijo mientras señalaba a Gian y a Battista

-No contéis conmigo - respondió Battista con voz picara dirigiéndose hacia el sofá donde se encontraban las dos  mujeres


Ya nos habíamos sentado en la mesa. El hombre más mayor empezó a repartir cartas. El juego era simple. Se repartían todas las cartas, se hacían turnos de dos personas. Esas dos levantaban a la vez una carta, si las cartas eran del mismo valor se pasaba turno. Si una era mayor que la otra se volvía a tirar otra carta. Si la persona que había sacado la carta más baja la primera vez volvía a tirar la carta más baja tendría un castigo. En el caso de que quedaran en tablas (cada uno ganaba una tirada) la partida seguía. Antes de empezar cada jugador tenia que apostar algo que los otros jugadores quisieran. Ganaba el que más veces sacara la carta más alta, todos los demás tendrían que entregarle lo prometido.

- Conocí a tu padre - habló el hombre mayor mirando a Gian a los ojos - Soy Azzarelli

Conocía ese apellido. John Azzarelli. Mafia de Nueva York pero de origen italiano. Mi padre contactó con él hace años, cuando mi hermano empezó allí su nueva vida. Le ayudó a hacerse un hueco en el panorama. Jofiel había hablado de él en alguna carta que nos había enviado. Lo describía como un hombre de palabra, pero vanidoso. No tenia familia, ni hijos, ni mujer y eso lo había vuelto más cruel con el tiempo

- Soy la hermana de Jofiel - dije mirándolo 

-¡Ah! Tú debes ser Lia -dijo mientras me enseñaba su perfecta sonrisa - Es la hija de Rocca - aclaró mirando al hombre de la cadena de oro, este únicamente me miró

- Se parece a su madre - fue lo único que dijo

- Bien, empecemos con las apuestas - dijo Etto - La villa de Monreale - dijo mientras dejaba caer unas llaves en la mesa. Conocía esa finca, habíamos ido algún verano. Monreale era una localidad muy agrícola, y a pesar de estar a 15km tenía una fusión de culturas que se encontraba en pocas ciudades de Italia. Era una maravilla. Nuestros acompañantes rieron con picardía, todos conocían la finca

- Venga chaval - dijo Azzarelli dirigiéndose a Gian

- No sé, ¿qué quereis? ¿Coca? - preguntó Gian. Se le veía muy tranquilo, parecía que no le importara perder todo

- Tienes un coche muy bonito - insinuó Etto

- Está bien - cedió él sin importancia. Todos se giraron para mirarme. Era mi turno, aun así no sabia que decir. Al fin y al cabo todo lo que tenia yo era de mi padre. No podía perder.

- Venga bambina - dijo el hombre de la cadena mirándome. Debajo de la camiseta se podía ver un tatuaje. Era un nombre, "Junior"

Yo no sabía qué hacer. No era tonta, sabia que era prácticamente imposible que ganara, ya que esto era suerte y solo suerte. No quería apostar nada importante, por mi cabeza pasaron un par de coches, caballos, fincas...

-¿Qué tal un apartamento de Singapur? Tres millones- pregunté. Era un apartamento que mi padre compró hace un par de años. No íbamos mucho así que no creo ni que él notara que ya no nos pertenecía 

- Mmm, no sé, no sé - susurró Junior - Creo que puedes ofrecer mas - dijo mientras me miraba fijamente

- ¿Qué? - pregunté

- Una noche, a solas

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