La niña que vivió

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31 de Octubre de 1981

Después de haber  depositado al pequeño Harry en casa  de sus únicos familiares vivos, y de haber esperado a que los mismos lo recogieran, Dumbeldore puso rumbo junto a Minerva al destino que él mismo había escogido para la bebé.

El mago sabía que la decisión no era justa para Harry, pero era el más vulnerable de los dos hermanos, y la muchacha era la única manera que tenía Albus de ayudar a un gran ex alumno de su escuela a salir del pozo en el que se iba a sumir tras la noticia del incidente entre sus dos mejores amigos. Además, Azalea era demasiado pequeña para quedarse en casa de los Dursley, pues aún no sabía si quiera caminar o gatear y necesitaba a una persona que estuviera pendiente de ella las veinticuatro horas del día.

Es más, para el padrino de la chiquilla no sería justo que nadie le brindara la oportunidad de encargarse de ella, pues era obvio que él mismo no reclamaría jamás ese derecho debido a sus inseguridades. Pero Albus confiaba en él a pies juntillas. 

Sin lugar a dudas Remus Lupin era la persona indicada para cuidar a la hija pequeña de los Potter.

— ¿Dónde reside ahora? Le escuché en una de las últimas reuniones de la Orden decir que al fin había encontrado una casa adaptada a sus... Limitaciones. Pero no recuerdo oírle decir dónde.

— Eso es porque no lo dijo, Minerva. Me temo que no quiere que nadie se acerque a él, pero sé de buena tinta que se encuentra a las afueras de Yorkshire. Creo que será fácil localizarlo, ya que no muchos magos deciden mudarse a zonas tan alejadas de la civilización.

— Y hace bien en tomar precauciones, Dumbledore. Adoro a Lupin tanto como tú, fue de hecho un gran alumno, pero...

— Nada de peros, Minerva. Es un hombre completamente capaz de cuidar a esta criatura. Durante sus años en la escuela jamás su condición fue un problema para nadie, y menos lo es ahora que él mismo ha encontrado un hogar en el que puede controlar su pequeño problema. Es más, tanto James como Lily escogieron a Remus como padrino para su hija. Si ellos confiaban en que él la cuidaría de no estar ellos, ¿por qué vamos a poner nosotros en duda el deseo de sus padres?

— Albus, el padrino del chico ha sido el que ha dejado a ambos hermanos sin padres. Creo que es más que justificable y más en los tiempos que corren, que dude de la capacidad de Remus.

— Si bien es cierto que nadie esperaba la traición de Sirius, no por ello debemos dejar de confiar los unos en los otros. Es lo único que nos queda en estos tiempos de guerra... Confiar en nuestros seres queridos.

Ambos profesores tenían ya los ojos anegados en lágrimas contenidas tras haber nombrado a los miembros del grupo de juventud del fallecido. Ninguno podía creerse que una amistad así no prevaleciera sobre los ideales de destrucción y terror, pero así había sido.

— Pero ya no estamos en guerra, Voldemort ha muerto...

— Oh, estoy seguro de que esto no es el final de Lord Voldemort... Y aunque lo fuera sus discípulos siguen con vida, y me jugaría una mano a que entre ellos no existen disputas. Y ahora agárrate, y sujeta bien a Azalea. ¿O es que no confias en mi criterio?

La mujer no se hizo de rogar, sino que estrechó su brazo contra el del hombre que tenía delante, depositando su fé ciega en él; ya que aunque ella no estaba de acuerdo con la opinión que Dumbledore tenía sobre el cuidado de los hermanos Potter, reconocía que en las decisiones difíciles que había tomado Dumbledore a lo largo de los años desde que ella le conocía jamás había errado.

Azalea Potter y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora