La carta y el callejón

1.9K 117 35
                                    

La humilde morada en la que Azalea vivía con su querido padrino, Remus Lupin, no se caracterizaba por su distinción o elegancia. Tampoco era una casa que recibiera muchas visitas.

De hecho a Azalea le comenzaba a extrañar que su padrino apenas se relacionara con el mundo exterior. Y su condición no era una excusa, pues el mago había sido capaz de criarla desde que era apenas un bebé casi recién nacido, por lo que una persona adulta no era ninguna complicación para él.

Fue por eso que el quince de Julio, cuando una carta se coló en el salón-comedor del hogar que ambos compartían, Remus enseguida comprendió que en apenas unas semanas, se debería separar del único motivo que le había dado la vida para sonreír desde que la vida de tres de sus amigos se terminara aquel fatídico treinta y uno de Octubre.

Azalea Potter había recibido su carta para asistir al colegio Hogwarts de magia y hechicería.

Sin duda alguna, aquel día habría sido un día de máximo orgullo para sus padres, James y Lily, que por desgracia ya no tendrían la oportunidad de vivir con ninguno de sus dos hijos.

Desde que Azalea tuvo uso de razón, Remus fue explicándole a la pequeña cuál era su verdadera familia (Harry incluido), y qué les había sucedido a sus padres. Eso, y toda la historia que conllevaba portar el apellido Potter.

Así como trató de contarle de la mejor manera posible que él era un hombre lobo, condición que nunca preocupó a la pequeña en lo más mínimo, pues siempre se había sentido protegida al lado del hombre que la había criado.

Azalea, que sorprendía a Remus la mayoría del tiempo con su madurez y seguridad en sí misma, aceptó tanto su pasado como el presente que le había tocado vivir con naturalidad, igual que lo había hecho con su problema lobuno.

Sin ninguna duda la muerte de sus padres era algo que afligía a la pequeña, pero tener a Remus día a día a su lado había conseguido mitigar en parte ese dolor, pues el licántropo le había brindado una familia. Una familia pequeña, pues la integraban ella y su padrino, pero para Azalea el apoyo y amor incondicional que éste le había dado a lo largo de su niñez, le eran suficiente.

No cabe duda que la noticia de que tenía un hermano cayó mucho peor en la conciencia de la muchacha, pues no entendía que teniendo un hermano que seguía vivo, no viviera con ellos.

Explicarle a Azalea que la situación de ambos hermanos era distinta, supuso un reto para Lupin. Fue el único momento, para sorpresa de él mismo, que necesitó ayuda de Dumbledore en lo que a educación de Azalea se trataba.

Fue en aquel entonces cuando Albus y Lupin en consenso, decidieron que lo mejor para la niña era adelantar un año su entrada en Hogwarts. Así subsanarían la curiosidad de la chiquilla de conocer a su hermano mayor sin poner en peligro a ninguno de los dos.

No fue una decisión demasiado complicada, ya que Azalea había empezado a mostrar signos de magia desde muy pequeña, y en los dos últimos años cada vez se habían vuelto más notorios. Cada vez que su padrino por algún motivo se metía en apuros en la cocina, lo cual era más a menudo de lo que al hombre lobo le gustaría reconocer, Azalea conseguía que éste saliera indemne. Y no de una manera abrupta como suelen hacer los jóvenes de su edad, sino que su magia involuntaria, se manifestaba  ya de manera elegante. Sin duda rasgo heredado de su madre, pues había sido una bruja de movimientos muy gráciles con su varita.

Azalea Potter había heredado muchas otras cualidades de sus padres. Podía decirse que era una mezcla perfecta de ambos, aunque por fuera se parecía sin duda mucho más a su madre.

Azalea era una niña muy responsable, educada, madura y de ideas claras; como había sido su madre. También había heredado el cabello de Lily, aunque no tan pelirrojo, pero poseía multitud de destellos caoba que hacían destacar su melena sobre un rostro dulce y aniñado. Sin embargo, esto no le impedía ser graciosa, extrovertida e inquieta; tal como James había sido en su juventud. Y la sonrisa de la chiquilla era sin duda la del merodeador, de dientes perfectos y labios carnosos.

Azalea Potter y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora