Navidad en La Madriguera (1/2)

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Se acercaba la Navidad. Una mañana de mediados de Diciembre, Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros de nieve. El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante. Las pocas lechuzas que habían podido llegar a través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que quedar al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar otra vez.

Todos estaban impacientes de que empezaran las vacaciones. Mientras que las salas comunes y el Gran Comedor tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de aire, se habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas. Lo peor de todo eran las clases del profesor Snape, abajo en las mazmorras, en donde la respiración subía como niebla y los hacía mantenerse lo más cerca posible de sus calderos calientes.

Aún con todos los inconvenientes, seguía siendo la clase favorita de Azalea, y en una de las que más disfrutaba recibiendo atención por parte de su profesor predilecto. Y lo cierto es que era innegable: Severus Snape también tenía un trato predilecto hacia la pelirroja.

— Me da mucha lástima - dijo Draco Malfoy, en una de las clases de Pociones - toda esa gente que tendrá que quedarse a pasar la Navidad en Hogwarts, porque no los quieren en sus casas.

— Si realmente te dieran pena, no abrirías la bocaza para decirlo, Draco - respondió su amiga tajante.

Ella era consciente de que ese tipo de dardos envenenados los lanzaba directamente hacia su hermano. Y como no quería perder la amistad con uno de sus mayores apoyos dentro del castillo, se limitaba a ponerle en su sitio cuando correspondía sin entrar en conflictos mayores. Si tuviera que escoger, se pondría siempre del lado de su hermano, pero no podía perder una amistad tan especial como la que había forjado con Draco, mucho menos después de que Weasley le hubiera castigado con su indiferencia después de su discusión el día del partido. Y no podía obviar que su hermano intentaba meterse con Draco tanto como éste con él.


El fin de semana antes de la vuelta a casa, Azalea se encontraba en la sala común leyendo un libro con Anubis en su regazo mientras el resto de sus compañeros dialogaban tranquilamente. Habría participado más activamente en la conversación de no haber estado demasiado ocupada dándole vueltas a la cabeza pensando en sus vacaciones de Navidad.

Lupin le había escrito no hacía demasiado tiempo para pedirle que volviera a casa y pasar tiempo juntos, cosa que la muchacha pretendía hacer desde un principio, pero también para avisarle de que pasarían unos días en la Madriguera. No entendía por qué de repente su padrino retomaba la relación con los padres de Fred, y todo desde que habían compartido juntos un castigo. Sí que le iba a salir caro a Azalea el hecho de haberles dado una lección a esos dos...

 No sabía cómo, pero tenía que convencer a su padrino para no ir a casa de Fred y George, no había hablado con el primero desde el partido de quidditch, y no tenía intención de hacerlo por el momento.

— Aza, ¿te apetece que vayamos a ver a Julen? Seguramente no tengamos tiempo en otro momento antes de irnos.

La intervención de Nella en sus pensamientos dejó estupefacta a la muchacha durante un breve instante de tiempo. No entendía cómo, pero Nella siempre sabía intervenir para salvarla cuando más lo necesitaba.

— Sí, vamos.

Casi ninguno de sus compañeros se inmutó, exceptuando a Malfoy y a Nott, que siempre notaban la ausencia de las muchachas. Los demás estaban demasiado preocupados por sí mismos como para mantener una amistad real.

Azalea Potter y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora