Capítulo I: El Castillo Negro

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N/A: ¡Buenas tardes a todos!

Han sido unas semanas intensas en la Universidad pero todo esfuerzo tiene su recompensa, al igual que vuestra paciente espera (con rima y todo).

Espero que disfrutéis mucho del capítulo, que al fin y al cabo no es más que un avance de lo que está por venir.

CAPÍTULO I- EL CASTILLO NEGRO

Era un día gris de febrero. Un cielo encapotado daba la bienvenida al escuadrón de hombres encapuchados que acababa de aparecerse en el patio; se trataba de representantes del nuevo orden. Draco Malfoy precedía el séquito cuando penetraron en el castillo sin romper la formación. En el interior, sus hermanos de armas festejaban el creciente triunfo del Lord Tenebroso sobre la comunidad mágica y la comunidad muggle.

El poder de su señor aumentaba con cada victoria, expandiendo las fronteras de su dominio hasta más allá del Oceano. A medida que se sucedían las batallas, los miembros de la resistencia mudaban su lealtad, postrándose ante la marca tenebrosa. Apenas quedaba ya un frente unificado en Europa.

Al cruzar el inmenso umbral de la fortaleza, el líder de la marcha dio órdenes estrictas acerca del destino de la prisionera, tras lo cual se separó de su batallón. Como una sombra caminó por los concurridos pasillos en dirección a su alcoba. Necesitaba una ducha para deshacerse de los restos del infecto cenagal en el que se habían sumergido.

El mortífago siguió avanzando con altivez por el pasillo, esperando no ser importunado. Recordaba aquella misma senda, recorrida por primera vez con tan solo diecisiete años tras la muerte de Albus Dumbledore. Mucho en él había cambiado para bien desde entonces. Y sin embargo seguía teniendo pesadillas, en ellas escuchaba nítidamente las palabras del anciano director, repetidas como ecos sordos entre los aullidos del castillo.

« —Soy yo el que tiene la varita... Su suerte está en mis manos... »

Le había dicho Draco inocentemente al que fuese entonces el líder de la Orden.

« —No, Draco —corrigió Dumbledore con gesto grave—. Soy yo el que tiene tu suerte en las mías»

Y así había sido. Debido a aquellas palabras había corrido la misma suerte que un desequilibrado. Ni tan siquiera cuando los aullidos del castillo cesaban podía descansar en paz. Siguió caminando a través de la oscuridad del castillo, impasible ante las muestras de respeto que los mortífagos de menor rango le profesaban al pasar. Su rostro era y debía ser siempre una máscara fría e insondable.

Cuando llegó a su habitación, iluminada por el fulgor de la chimenea, se quitó la capa y comenzó a desabotonarse la camisa negra bajo el silencioso crepitar del fuego. Lanzó la ropa embarrada al suelo sin prestarle mayor atención y se encaminó a la ducha. El agua helada, sin importar la estación del año, siempre lo ayudaba a evadirse procurando así su encierro del mundo.

Durante los diez años al servicio del Lord, aquel castillo no había hecho más que crecer en oscuridad. Los gritos constituían una melodía que jamás se apagaba. Desde que Voldemort venciese a Harry Potter, escuchaba aquel canto funesto cada segundo en su desvelo y cada día al alba. Lejos de despertar en él el maquiavelismo que tanto caracterizaba a sus hermanos, aquellos cánticos del infierno le producían migraña.

Tras la larga jornada de aquella tarde necesitaba reposo y silencio, una agradable sensación que desapareció en cuanto cerró el grifo de la ducha.

Al llegar al gran salón donde esperaba encontrarse con Voldemort, Draco distinguió en su lugar a un grupo de mortífagos sosteniendo con fuerza a una joven pelirroja. La mujer luchaba con fiereza, tratando de librarse del agarre mientras éstos se reían sin cesar, tratando de asustarla regodeándose de su desdicha.

PRISIONERA DEL LORD [Drinny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora