Capítulo II: Luces y sombras

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N/A: Siento la tardanza, lo cierto es que he tenido que reescribir este capítulo varias veces. Después de todos los retoques sigue sin convencerme del todo, pero no he querido retrasar más la fecha de publicación. Espero que pese a todo lo disfrutéis y me tengáis paciencia.

PD: ¡¡Muchísimas gracias por los votos, los comentarios y esas 400 VISITAS!!

CAPÍTULO II- LUCES Y SOMBRAS

El paso de la mujer era lento por lo que Draco se veía obligado a hacerla andar. Sujetaba con tal fuerza el brazo de la joven que éste se le había entumecido. Cuando finalmente llegaron al torreón, el mortífago se adelantó con la llave y se apresuró a abrir la oxidada cerradura. La puerta cedió con un estruendo metálico tras lo cual empujó a Ginny al interior, dejando que la densa oscuridad la engullera durante unos segundos.

—Incendio —susurró Draco, su voz se reprodujo como un eco distante. Al instante la estancia se iluminó con el candor de las veinte velas de la lámpara de araña del techo. Solo cuando pudo ver a lo que se enfrentaba, Ginevra sintió pavor. Estudió la estancia con aprensión, una sombría habitación circular sin ningún tipo de contacto con el exterior. La pared y el suelo eran de fría baldosa negra y en el centro de la sala se hallaba una gran cama. Reparó entonces en la puerta a su derecha, la cual ocultaba un diminuto aseo. Una pequeña cómoda repleta de ropa limpia a los pies de la cama era lo único que daba un toque rústico a la estancia. Sintió el techo caer sobre ella y las paredes encogerse, atrapándola entre sus brazos de piedra y arrastrándola hacia las profundidades de la tierra.

Fue la primera vez que el recuerdo del piso franco, con sus sillas vacías y su característica capa de polvo, le resultaba acogedor.

Tras el escrutinio inicial, los ojos de Ginny vagaron desorientados por la masa de rocas que amenazaba con sepultarla, posándose finalmente en las esferas nebulosas de su captor. El rostro del mortífago se hallaba bañado por la tenue luz que irradiaban las velas. Apenas era un año mayor que ella y sin embargo su semblante no reflejaba su juventud. Su expresión era adusta y distante, curtida por el mismo desgaste del tiempo. Todo, incluso el decurso de las horas, parecía transcurrir de forma diferente en aquel castillo habitado por la oscuridad. En aquel instante una cara conocida era más de lo que hubiese podido pedir. Al observar aquellos fríos ojos grises cuya historia no le era desconocida, sintió un atisbo de esperanza. Esperanza infundada pues la guerra había enfriado muchos corazones y quebrado muchas almas.

Draco cerró la puerta tras de sí, complacido ante aquel silencio ininterrumpido. En su fuero interno había ansiado aquel instante de privacidad desde que la viese por vez primera entre los muros del castillo. No por su nombre, ni por su obvia belleza sino por él, por Harry Potter; una llaga que debiera haber sanado con su muerte. Contra su propio pronóstico, el niño que sobrevivió seguía suponiendo la causa de todos sus males pasados, presentes y futuros. Ahora la tenía frente a él, a su merced. La mujer a quien tantas veces había soñado muerta únicamente por el placer de ver el dolor en los ojos de Potter. Sin embargo su enemigo había expirado y sus ojos se habían cerrado para siempre, dejándole un sentimiento de pérdida aún mayor.

La mujer lo miró por fin, posando en él sus ojos desorientados. Por primera vez Draco sintió que sus pensamientos no eran legítimos. La observó con fijeza, tratando de descifrar aquella mirada cargada de sentimientos confusos.

—Te recomiendo que no empeores su humor— le advirtió el mortífago adoptando un tono de fría indiferencia cuando el silencio fue demasiado pesado. Podía percibir en sus ojos color miel como la fortaleza que antes había mostrado menguaba progresivamente. La muralla que la protegía comenzaba a desmoronarse como un castillo de naipes.

PRISIONERA DEL LORD [Drinny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora