Capítulo III: Recuerdos Ahogados

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N/A: ¡Feliz día del trabajador!

Para celebrar el día he decidido subir capítulo después de una larga espera. Si os soy sincera no estoy del todo convencida con el resultado y es por ello por lo que he tardado tanto en publicar. Espero que si bien no os agrade el conjunto, si haya al menos alguna parte que os guste. ¡Espero vuestra crítica! 

CAPÍTULO III- RECUERDOS AHOGADOS

Flotaba inerte en las profundidades del gran lago Negro. Únicamente una liana atada al pie la retenía anclada al lecho marino. Su piel había adoptado un tono extremadamente pálido, a simple vista se la podía confundir con un cadáver. Su cabello rojizo era lo único que no había perdido intensidad, batiéndose en el agua negra como un alga a la deriva.

No podía moverse, ni respirar, ni hablar. Pero era consciente de todo cuanto sucedía a su alrededor. Junto a ella reposaban ocho cuerpos inanimados más. Sus cabellos pelirrojos se mecían al vaivén de las olas cobrando vida propia.

Escuchó murmullos lejanos en la oscuridad, nombres que el oleaje arrastraba hasta las profundidades.

—Harry Potter —aquella mención llegó como un lóbrego susurro hasta ella, haciéndola estremecer.

En aquel instante varios torbellinos de burbujas se abrieron paso, descendiendo a través de aquel vacío intersticial hasta donde los Weasley reposaban. Varias varitas salieron de los tifones, lanzando haces de luz en todas direcciones. Pronto las ataduras que la retenían se aflojaron y sintió como recobraba el control de su cuerpo. Bill, Percy y George también comenzaron a flotar libres, moviéndose aletargados.

Cuando fue capaz de comprender lo que sucedía ya era tarde. Draco Malfoy había salido de un torbellino y ahora la sujetaba con firmeza por la muñeca, arrastrándola hacia la superficie. Trató de liberarse por todos los medios posibles, pero sus esfuerzos fueron en vano. Mientras ascendía, únicamente una voz resonaba ahora alta y nítida en el Lago; la voz del locutor de radio.

Molly Weasley.

¡No! ¡Suéltame! Quiso decir, pero únicamente burbujas escaparon de sus labios. Ginny se retorcía, tratando de regresar al abismo donde había abandonado a su madre.

—Arthur Weasley—. Más manotazos oprimidos.

—Charles Weasley—. Más gritos ahogados.

—Fred Weasley—. Más sollozos desatendidos.

—Ron Weasley.

Cuando éste último fue nombrado Ginny apenas podía coger aire. Aquella ristra de nombres era siempre el preludio a su locura. Había pasado meses arrodillada en el suelo de un piso franco, sofocando su llanto contra un cojín en el sofá. Pero ahora no estaba rodeada de polvo y hollín, sino envuelta en las heladas aguas de un lago enfermo cuya voz fatigaba su corazón acongojado.

Ginevra murmuraba en sueños su nombre una y otra vez en un deje suplicante. La curiosidad quemaba el pecho del mortífago quien observaba a la mujer desde el umbral. Escuchar a la prisionera rogarle había hecho volar su imaginación, conduciéndolo a un territorio excitante y extremadamente pantanoso.

Se aproximó a ella con recelo y sentándose en el borde de la cama la contempló más detenidamente. Sus labios entreabiertos se hallaban completamente secos, pedían a gritos ser humedecidos pero Draco desechó aquel pensamiento de inmediato.

—Despierta —repitió en tono imperativo hasta que finalmente la pelirroja pestañeó aletargada. Envidiaba que hubiese sido capaz de conciliar el sueño en aquel lugar donde el silencio era sustituido por gritos tortuosos. Hacía muchas lunas que aquel canto funesto lo acompañaba en su desvelo, hacía noches que había dejado de soñar. Se fijó entonces en las lágrimas que rodaban por las mejillas de la pelirroja, y supo que las voces del castillo no lo afectaban a él en exclusiva.

PRISIONERA DEL LORD [Drinny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora