Décima parte.

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—Bueno, ahora sí, hablemos, ¿qué pasa? —preguntó Volterra mientras Jennie tomaba sus cosas para salir del estudio a plenas once de la mañana.

—Voy de salida —dijo, agregando un "¿puedes no decir?" o quizás un "¿y quieres hablar ahora mismo?".

— ¿Vas a...?

—A Mood, Alec, no estoy huyendo, sabes... tomo mi trabajo bastante en serio... y algo en mí se muere cada vez que Segrate me lleva la contraria sólo porque no es él el encargado del proyecto.

— ¿Qué es lo que pasa entre él y tú? Yo sé que nunca se han llevado bien, pero de un tiempo acá es como... terza guerra mondiale.

—Segrate está resentido porque no me he querido acostar con él —rio, Volterra también, pero tenía que preguntar.

—No estoy insinuando nada, no me lo tomes a mal, pero quizás sería bueno que te distraigas un poco del trabajo...

—No, no insinúas nada, sólo que me acueste con Segrate, con mi némesis —rio Jennie, divertida por lo entrometido que podía ser Volterra a veces, que digo a veces; todo el tiempo.

—Jennie, suena raro, pero eres como mi hija, que por una extraña razón es mi socia también —dijo, haciendo una expresión bastante rara y graciosa con sus cejas y sus ojos—. Pero un poco de amor en tu vida nunca te viene mal.

—Alec, ya estoy viendo a alguien.

—Al fin, un afortunado —bromeó Volterra, dándole unas palmadas suaves a Jennie en la espalda.

Jennie sólo supo sonreír, pues sí, había una afortunada, o dos; ella, Lisa o las dos: egocéntrica, pero no lo suficiente para caerme mal.

Salió de RockPlaza I justo para encender el último cigarrillo rojo que le quedaba y se perdió entre aquel humo, que de alguna manera la hacía sonreír. ¿Lisa cortando madera? ¿Qué tan sexy podía ser eso? "Mood" era para Jennie como para mí alguna vez fue "Disneyland", pura diversión; yo me metía a toda rollercoaster, Jennie tocaba cada tela y compraba cantidades perfectas, aunque esta vez, Jennie golpeó el premio mayor con una Navy Solid Velvet que era perfecto para las sillas del comedor de la casa de los Hatcher.

—Chichu, ¿se te antoja un poco de Cipriani ahora en la noche? —dijo Jennie al teléfono mientras guardaba sus compras en la bodega de Volterra.

—Amor, qué cambio más radical... les avisaré que en el Cipriani, Harry, ¿verdad?

—Sí... por cierto, ¿dónde estás?

—Estoy en el mejor de los lugares —rio.

—Saludos a Rosé entonces, buen provecho. Ahora a las siete, besos, ciao —se despidió, creyendo ciegamente que era con Roseanne con quien estaba, aunque estaba con Lisa, quien se probaba en ese preciso instante un Maison Close Suite Fatale en La Petite Coquette, de espalda abierta, con push-up incluido, muy corto y que intoxicaba la atmósfera con sensualidad al estar en Lisa.

— ¿Tú crees que le guste? —preguntó Lisa, subiéndose a un par de tacones para ver cómo le quedaría en realidad.

—Revisemos parte por parte, ¿te parece?

—Tú dirás... aunque me da pena estar aquí vestida así.

—Tranquila, no eres primera mujer que veo así —rio, acordándose de ella y Jennie probándose infinidad de cosas por diversión en ese mismo probador—. Plus, debo decir que tienes un cuerpo envidiable... pero el de Rosie me gusta más, sin ofender —sonrió, aplaudiendo y poniéndose de pie para ponerse atrás de Lisa, quien ya estaba frente a un espejo.

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