Quinta parte.

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Jennie se acercó a Lisa, quien había puesto sus brazos como apoyo a la despensa.

Jennie se arrodilló ante el trasero de Lisa, poniendo su vestido, aquel Monique Lhuillier sobre el suelo para usarlo de amortiguador, y se acercó lentamente. Lo besó y lo mordió un par de veces con suma pasión y delicadeza mientras lo masajeaba suavemente con sus manos y lo separaba para ver los adentros de Lisa.

—Jennie, ¿qué haces? —Lisa estaba un tanto confundida y preocupada, hasta sorprendida.

—Abre más tus piernas para mí, ¿sí? Si no te gusta, me dices y yo me detengo.

Y Lisa, muy obediente, abrió sus piernas, dejándole todo lo íntimo y personal a Jennie. Nuestra arquitecta hundió su cabeza entre aquellas piernas sólo para probar de qué estaba hecha Lisa. A medida que acercaba su cara hacia aquellos labios mayores, el calor aumentaba; las ganas que tenía de probar a Lisa aumentaban más con cada segundo que pasaba. Besó su zona perianal, un lengüetazo lento y jugoso que recorrió desde esa zona hasta donde alcanzó a llegar; antes de su clítoris desgraciadamente, pero, aun así, Lisa suspiró un "oh por Dios" que le dio luz verde a Jennie.

—Jennie, así no, no me gusta verte hincada, no prefieres... ¿acostarte? —sugirió Lisa, dándose la vuelta y levantándola gentilmente con sus manos por su barbilla.

— ¿Quieres ir a mi cama?

—Pensaba más en un sofá, algo que esté más cerca que tu cama. No puedo esperar tanto —sonrió, haciendo que se parara y tomándola de la mano mientras caminaban hacia el sofá más cercano.

Lisa se dejó caer en el sofá, abriendo sus piernas mientras dejaba caer sus Lanvin de golpe sobre el suelo. Jennie se colocó sobre ella, besándola como nunca había besado a alguien, saboreando aquellos labios y aquella lengua en su cavidad bucal, desviándose por las mejillas hacia su cuello y hacia detrás de sus orejas. Las manos de Lisa se paseaban suavemente sobre la espalda de Jennie o sobre su cuello, le encantaba sentir la suavidad de aquella piel, aquella perfección. Jennie bajó lentamente por su cuello hasta su pecho, dándole besos cortos y colocados antes de ocuparse de sus senos. Tomó su seno derecho en su mano y lo acarició suavemente, redondeándolo con sus dedos y rozando su pezón para luego besarlo y rozarlo en círculos con la punta de su lengua. Lo mismo con el otro pezón, Lisa se sentía no sólo mujer, sino también sexy y deseada.

El teléfono de Jennie sonó, pero no le hizo caso, probablemente era número equivocado. Después de todo, eran las tres y media de la madrugada. Jennie siguió bajando por el abdomen, el vientre, con besos y caricias, roces con sus dedos y sus uñas. Lisa arqueaba su espalda, no podía aguantar mucho tiempo antes de rogarle que le liberara esa presión que sentía en su vientre, que hiciera algo respecto a sus palpitaciones en su clítoris.

— ¿Cómo te gusta? —preguntó Jennie, tomando en cuenta lo que había dicho Lisa hacía un par de horas.

—Nunca me han hecho uno... —susurró Lisa, paseando sus dedos por entre su cabello, aflojándose su moño.

Jennie se sorprendió y en ese momento tuvo miedo de ser la primera persona que en realidad tocaba a Lisa. Aunque no puede ser posible, siendo así de hermosa... alguien tiene que haberle robado su inocencia ya, sólo que el muy imbécil no tuvo dedicación alguna para darle un placer de verdad, pensó. Y Jennie decidió tratarla como entre pétalos de rosa, tratarla de acuerdo a lo que su cuerpo merecía. Abrió las piernas de aquella griega y besó la parte interna de sus muslos, desde por sus rodillas hasta su vulva.

—Mmm, licenciada Manoban, debo decirle que quien sea que haya diseñado su aparato reproductor es un genio —murmuró juguetonamente Jennie a ras de su vulva, causándole cosquillas por su tibia exhalación.

Arquitectura  → jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora