—Mi amor... —susurró Jennie al oído de Lisa—. Vamos a casa —dio un beso a la cabeza de Lisa y arregló su cabello en cuanto Lisa se erguía para volver a la vida de manera parcial.
— ¿Qué hora es? —murmuró, deteniéndose la cabeza entre sus manos, qué dolor más molesto el que sentía.
—Hora de que te lleve a casa, necesitas descansar —dijo Jennie mientras recogía el abrigo de Lisa del perchero y le ponía su bolso en su escritorio.
—Estoy bien, sólo estaba descansando la vista —suspiró, intentando no quedarse dormida de nuevo.
—Vamos, amor, de pie...
Lisa se puso de pie, tambaleándose en sus Stilettos, Jennie la detuvo por sus brazos, cayendo Lisa en un abrazo sobre el hombro de su novia, de esa novia que la detenía con preocupación, no era normal que un simple desmayo la desgastara tanto, además, no podía estar cansada; se habían dormido temprano; relativamente temprano los días anteriores, habían descansado bastante porque Jennie estaba en sus cuatro-cinco días en los que se comprobaba que era una mujer mortal, literalmente sólo se habían levantado de la cama para cuando la gente de Jisoo había llevado, sorpresivamente, todas las cosas de Lisa al apartamento de Jennie; todas empacadas en cajas rotuladas, cajas que, la mayoría, seguían sin ser desempacadas y estorbaban en el pasillo principal.
—Arquitecta, ¿todo bien? —interrumpió Gaby, viendo aquella escena de Lisa reposando su cabeza en el hombro de Jennie y Jennie abrazándola con fuerzas. Jennie: modo improvisación: encendido.
—Gaby, qué bueno que vienes, no me puedo mover, alcánzame un Prismacolor de esa gaveta, por favor —dijo, apuntándole con los labios y la mirada la gaveta a la que se refería—. Rápido que la licenciada pesa —rio, sabiendo que no era cierto y, mientras Gaby, con manos temblorosas, buscaba un Prismacolor, Jennie inhaló el L'Air del cuello de Lisa, y lo acompañó con un beso pequeño e inocente, discreto—. Desenróscale la parte gruesa —exhortó, con tono de estarla apurando—. Dale la vuelta y pásaselo cerca de la nariz —Gaby la vio con cara de desconcierto—. Hazlo, que de verdad pesa —y Gaby paseó el dispensador de tinta cerca de su nariz. Jennie rogó al cielo y a todos los Santos y a todos los equivalentes de Dios en todas las religiones e idiomas habidos y por haber porque Lisa no reaccionara con un "mi amor" o algo parecido.
—Qué apesta esa cosa —murmuró, despegándose lentamente de Jennie.
—Licenciada, creo que la llevaré a su casa, voy de salida —dijo Jennie, dándole gracias a toda entidad espiritual superior y dándole gracias hasta al Papa por lo que sea que hubiera hecho.
—Prefiero ir al doctor, arquitecta —musitó, irguiéndose e intentando enfocar bien la distancia entre ella y su abrigo.
—Gaby, consígueme un taxi para hace cinco minutos, por favor —Gaby asintió pero, en su intento de salir de la oficina, el teléfono sonó y ella se detuvo a contestarlo—. Gaby, ¡el taxi, por Dios! —ordenó Jennie, pensando "¿qué tan difícil puede ser llamar a recepción y decir que paren un taxi?".
Jennie le puso el abrigo a Lisa, se quitó su bufanda y se la enrolló alrededor del cuello mientras tomaba su bolso y el de ella, los planos de Meryl y la carpeta de los van De Laar en su brazo izquierdo y a Lisa por el hombro con su brazo derecho.
—Llama a la señorita Chaeyoung, que me he atrasado quince minutos —dijo el nombre que se le ocurrió, después de todo, Gaby no tenía idea de quién era Chaeyoung y eso le daría una buena coartada, y Roseanne la cubriría.
—No tengo su teléfono, arquitecta —murmuró Gaby, asustada porque temió que su trabajo estuviera colgando de un hilo.
—Nueve-diecisiete-veinticinco-cuarenta-cero-doce, ahorita —Gaby asintió, tratando de pulsar los números en el teléfono tan rápido como Jennie los dictaba, pero se atrasó y no alcanzó a escuchar si era un "dos" o un "doce", lo cual para cualquiera, en otra circunstancia de relación total, hubiera sido fácil deducir que era un doce por la cantidad de números.
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Arquitectura → jenlisa
RomanceEra hermosa, diferente a Jennie, pero hermosa. © EllaJ.