Duodécima parte.

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—Cuéntame algo rico —murmuró Lisa mientras quitaba su mano de su vulva y la sacaba de la pantalla, para que cuando la volviera a meter en escena se notara que su dedo índice iba brillante de saliva; directo a su vulva de nuevo.

— ¿Sabes? Tienes unos pezones hermosos, por si no te lo había dicho ya —dijo Jennie, sin pensarlo mucho; ni en gramática, ni en morfología, ni en semántica, sólo lo dijo como le salió.

— ¿Y qué le harías a mis pezones, mi amor?

—Primero les diera besos, besos suaves... que los sientas en tu areola, en tu pezón, que sientas lo tibio de mis labios —comenzó diciendo mientras veía que Lisa llevaba su mano a sus senos, primero acariciándolos, por el contorno, levantándolos un poco, acariciando sus pezones con la palma de sus manos—. Tomaría tus senos en mis manos así como tú lo estás haciendo y mordería suavemente tu pezón izquierdo, acariciándolo con mi lengua y con mis labios, sintiendo su textura mientras muevo tu pezoncito de un lado a otro, que tu pezoncito cede a mi lengua, humedeciéndolo, acariciándolo —y Lisa, ante las murmuraciones de Jennie, hacía lo que Jennie le decía aunque no era ninguna orden, empezaba a respirar un poco más pesado, más profundo—. Pero no me olvido de tu otro pezoncito, mi amor... —dijo, haciendo del diminutivo algo relativamente de masa, pues no eran grandes y "pezón" le empezaba a sonar como si tuvieran un kilómetro de radio—. Los acariciaría con mis dedos húmedos mientras me desocupo para darle la misma atención a tus senos, mordidas... mmm... me muero por succionarlos un tanto fuerte, halarlos hacia mí entre mis labios —y, ¡uf! tengo que decir que hasta a mí me acalora cómo Jennie le hablaba a Lisa. Veía que Lisa halaba ligeramente sus pezones son sus dedos, lubricados con su saliva, imaginándose que era la de Jennie.

Fue cuando Lisa logró abrir los ojos de nuevo, con el mayor de los esfuerzos, pues estaba perdida en la voz de Jennie, dejando que Jennie guiara sus manos con su voz, que hicieran lo que Jennie decía, y vio a Jennie, con su mano en su vulva, acariciándola con la punta de sus dedos, dividiendo su mano en dos: dedo índice y dedo del medio hacia la izquierda para acariciar su labio mayor izquierdo y dedo anular y meñique hacia la derecha para acariciar su labio mayor derecho; acariciando sus labios, obviando su clítoris. Fue cuando Lisa se levantó de su cama y se dirigió hacia su living-room.

— ¿Mi amor? ¿Estás bien? —murmuró Jennie, reviviendo su inseguridad por lo que había pasado la noche anterior.

—Sí, mi amor, sólo quiero que veas bien y yo poder verte bien —y Jennie no supo a qué se refería Lisa hasta que colocó su teléfono sobre la mesa del living-room y se sentó en frente de él con las piernas abiertas, apoyando sus pies en la mesa misma en la que estaba apoyado, sobre unos libros, su teléfono.

—Mi amor... déjame compensártelo —susurró Jennie, haciendo lo mismo, no quitándole la mirada de encima a la pantalla.

Lisa tenía algo muy especial en su cuerpo, Jennie no sabía qué era, tal vez era lo que yo conozco como "perfección". Pero se le quedó viendo mientras se acomodaba en su sofá de cuero, en donde había tenido su arranque con Lisa el domingo por la madrugada, y la vio, sí, perfecta, aquella cabellera rubia que la sostenía un moño improvisado y flojo, dejando el cuello de Lisa libre a los besos imaginarios de Jennie, sus hombros delgados junto con su pecho y sus senos, cayendo de la forma más elegante que pudiera existir, con esos pezones rosado pálido que eran casi del mismo color de su piel, encogidos y deliciosos, seguidos por una hendidura estomacal de la delgadez de Lisa, siendo únicamente interrumpida por su ombligo, en donde se formaban dos pequeños pliegues, para luego dividirse en esas esbeltas piernas que ya no podía apreciar del todo, pero su vulva sí, estaba un tanto mojada de sus labios, como si estuviera inundada y sus jugos buscaban salir de aquella inundación y había embadurnado con gracia sus labios mayores que ya estaban un tanto hinchados, que las manos de Lisa ni siquiera presentían, pues Lisa había colocado un brazo tras su nuca y el otro, con su mano, acariciaba lenta y sensualmente sus senos y su abdomen mientras veía cómo Jennie plagiaba su postura.

Arquitectura  → jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora