Prólogo.

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¿Habéis visto alguna vez una cárcel sin celdas? ¿Una prisión sin barrotes o cadenas? No, seguro que no. Pero yo sí, y he visto a alguien, alguien a quien empecé a apreciar sin darme cuenta. ¿Cómo podría explicaros su… encarcelamiento? Por decirlo de algún modo. No lo sé... Pero lo voy a intentar.

Cuando hablan de una cárcel o prisión... Pensáis inmediatamente en una habitación, grande o pequeña, oscura, en la que se puede cambiar de esquina cuando estáis cansados de ver los mismos huecos en las paredes y en el suelo o para mantener el cuerpo en movimiento.

Bien, de los que yo os hablo no tiene nada que ver. ¿Os habéis metido alguna vez en algún lugar irregular? Vaya, seguramente no entendáis a que me refiero.

Un lugar que su forma no sea definida. Como por ejemplo... Si, un bosque, imaginaos que tenéis que pasar por entre unas ramas; un brazo por aquí... Una pierna por allá... No cabéis, y os quedáis ahí, atrapados, sin poder moveros, sin nadie a quien pedir ayuda, ¿angustiante, verdad? Pues algo así es lo que quiero haceros entender.

Pero ella no estaba entre unas insignificantes ramas. 

Ella estaba en un lugar peor. En el cuerpo de otro ser.

No, ahora no voy a decir de qué. No es el momento. ¿Y de que es el momento? Bueno, pues de empezar por el principio.

Sin cadenas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora