Baje primero y después le ayude a Kamil. En el último momento se resbaló y cayó. Sus ropas se rasgaron y se hizo un arañazo en la pierna.
-Estoy bien -dijo tranquila- ¡Soy una patosa! –se sacudió un poco la ropa y miró en dirección a su pierna. Un filo hilo se sangre se deslizaba lentamente desde su rodilla.
-No te preocupes, en pocos día ni siquiera te quedará la cicatriz, yo también me he caído muchas veces. -le tendí la mano para ayudarla a levantarse- Volvamos a casa.
-Si -y reemprendimos la marcha.
No había oscurecido lo suficiente como para tener que reducir la marcha cuando llegamos a las afueras del bosque. Nos dirigimos hacia el pueblo. Llegamos bien entrada la noche. La luna brillaba plateada en el cielo, iluminándonos el camino. No nos cruzamos con nadie en todo el trayecto.
Llegamos a la puerta de su casa. Nos despedimos y di media vuelta pero no había dado ni dos pasos cuando...
-Mordekai... -me volví y se me echo encima y me abrazo de nuevo. Hacía meses de nuestro primer abrazo y nunca más se había acercado tanto. Me volvió a pillar desprevenido pero esta vez si respondí correctamente. Cerré mis brazos alrededor de su cintura.- Buenas noches -y se fue, dejándome tan solo con el calor de su abrazo en mi cuerpo.
-Buenas noches... -dije cuando la puerta ya se había cerrado, sabiendo que no me habría escuchado.
Casi enseguida empecé a echarla de menos, a ella y a sus abrazos.
Me dirigí a casa de mi amigo. Abrí la puerta sin hacer mucho ruido. Subí las escaleras pero estas chirriaron y temí despertar a alguien a estas horas de la noche. Por suerte nadie se enteró. Me acosté y aquella noche, soñé con ella.
