Capítulo 6.

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A la mañana siguiente, me levante temprano y salí de casa de mi amigo. Paré en una taberna y desayuné. A estas horas de la mañana no había nadie allí, solo algún que otro borracho durmiendo en una mesa y roncando fuertemente. El hombre me atendió enseguida y pedí un vaso de leche. Podía haberlo hecho perfectamente en casa de mi amigo, pero no creo que a su madre le guste que la despierten tan pronto. Estaba pensando en si Kamil sería capaz de bajar de la enredadera cuando me atragante con la leche. Por poco me ahogo. Tosí tan fuerte que creía que se me salían los pulmones por la boca. Cuando paré, creo que no me quedó ni una sola gota de leche en mis pulmones. Pagué al hombre, que se me había quedado con una cara de entre miedo y asombro y salí por la puerta, disimulando un poco mi vergüenza. Caminé directo hasta donde me había citado Kamil la tarde anterior. Cuando llegué ya estaba allí sentada, esperándome. No la reconocí al principio. Se había cambiado de ropa. Ahora se parecía más una campesina que una niña rica.

-Hola, buenos días -y me sonrió. Se frotó un ojo somnolienta- Has tardado, ¿dónde te habías metido?

-Desayunando. —omití el incidente de la leche.

Se levantó de la fuente.

-¿Vamos?

-Sí, si claro. -¿Que más podía decir? Esto era nuevo para mí. Si lo miraba de otro modo, era una aventura, una nueva experiencia, un recuerdo.

Llegamos a las afueras sin encontrarnos con mucha gente. Nadie advirtió que la que se escondía debajo de aquellas ropas andrajosas era la niña más rica. A ojos de todos, éramos unos simples niños. Lo que podían llegar a hacer un par de prendas de ropa. Tuve curiosidad por saber cómo las había conseguido, así que le pregunté al respecto.

-Una de mis criadas me las ha dejado prestadas.

-¿Y no le extrañó que se las pidieras? — Al ver que no contestaba, creí que había metido la pata, de nuevo- Quiero decir... No le resultaría un poco chocante que tú le pidieras...

-Es de confianza- contestón únicamente. Yo no le insistí más.

Teníamos mucha confianza entre nosotros, pero no abusábamos de ella, sobretodo yo. Nunca me ha interesado saber exactamente todo lo que le pasa a una persona, y tampoco he sido nunca de insistir cuando a alguien le haya podido pasar alguna cosa, más que nada, porqué nunca he tenido a nadie por quien preocuparme.

A medio día llegábamos a las afueras del bosque. Podía distinguir los primeros árboles perfectamente. Kamil se paró a pocos pasos. Parecía asustada.

-¿Te encuentras bien? No tienes muy buena cara. —le dije sin ánimo de ofenderla, pero tenía razón, su rostro mostraba un matiz de miedo.

-Si... Es que nunca he estado aquí con nadie que no fuera Marco o cualquiera de los otros criados de mis padres.

-No estarás sola, estarás conmigo, y no voy a perderte de vista ni un solo momento. -la tranquilicé. La cogí de la mano y me di cuenta de que estaba un poco tensa, pues sus hombros estaban rígidos como una pared, pero cuando se la apreté en señal de protección, los relajó enseguida.

-Tienes razón -y sonrió como tantas otras muchas veces. Pero ahora parecía diferente. Más segura de sí misma conmigo a su lado. Entramos decididos.

Los primeros arbustos arañaron suavemente nuestras piernas. Yo ya estaba acostumbrado a esa pequeña bienvenida que daba el bosque, llena de cosquilleos agradables. Pero Kamil no. Cada poco tiempo se frotaba las piernas, frustrada. Le molestaba ese cosquilleo. A mí también me pasó las primeras veces, pero lo empecé a encontrar agradable. Ahora, si no lo sentía cada vez que entraba, me notaba extraño.

Sin cadenas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora