Me desperté a mediodía. Abrí los ojos de par en par y salte del jergón. Ni siquiera paré a desayunar. Tenía unas ganas tremendas de encontrarme con Kamil y abrazarla. Salí por la puerta casi corriendo, dejándola entreabierta y sin parar a decirle nada a la madre de mi amigo. Corrí hacia la fuente y la busqué con los ojos. Me doblegué sobre mí mismo para recuperar el aliento y paseé la vista de nuevo por la fuente.
Pero no estaba. Temí que me hubiera estado esperando y, cansada de ver que no aparecía, se hubiera marchado. Enseguida supe que ella jamás se hubiera ido sabiendo que llegaría, aunque fuera un par de horas tarde. Me senté en un banco y ahora era yo quien se disponía a esperar.
Tranquilamente, en la fuente, estudiaba el rostro de cada una de las personas que pasaban, deseando tal vez, que Kamil fuera uno de ellos. Pasaron niños corriendo detrás de una pelota, sin preocuparse si se chocaban con alguien, señoras mayores con pequeñas bolsas donde habría comida o quien sabe que. Al poco rato me rugieron las tripas y recordé que no había comido nada desde ayer por la tarde. Suspiré y deseé que Kamil no apareciera justo cuando me hubiera ido.
Había un hombre vendiendo fruta no muy lejos. Gritaba a los cuatro vientos que su fruta era la mejor del mundo, igual que el resto de vendedores del mundo. Me acerqué y cogí una manzana. Le pagué al hombre y volví a mi banco, que ahora estaba ocupado por una abuela y otra mujer que supuse que sería su hija. Me senté al borde de la fuente. Esperé y esperé.
Nada. Seguía sin aparecer.
Esperé varias horas más y tampoco apareció. Aburrido ya de esperar para nada, decidí marcharme. Pero justo antes de levantarme vi a Marco. Y el también me vio a mí y se me acercó a paso ligero y muy serio. Me entró un poco de miedo. ¿Qué habría pasado?
-Muchacho, si la estas esperando, ya puedes irte –empezó-. Su padre la ha vuelto a encerrar. Y esta vez ha puesto guardias en cada una de las puertas y ventanas. Lo siento. -y de verdad lo sentía. Aquel hombre, no sé porque, empezó a caerme bien desde aquel momento. No quiero decir que me cayera mal antes. Creo que se convirtió en algo parecido a un amigo.- En que estaría pensando esta niña... -suspiro- Ir sola al bosque, ¿a quién se le ocurre?
¿Sola?
-No... No estaba sola -titubee. No sabía si decirle que había estado conmigo. Podría meterme en un buen lío.
-¿No? Pues la señorita no nos mentiría –afirmó muy seguro-. No lo estarás tu haciendo ahora conmigo, ¿verdad? Mira que si intentas jugármela...
-No, no, claro que no –dije rápidamente-. ¿Tú estabas cuando... habló? -me mordí el labio inferior. Me había puesto muy nervioso. No estaba seguro de querer escuchar su respuesta. Tras varios segundos que me parecieron eternos, contestó:
-Sí.
-Que... ¿Qué dijo exactamente? –la voz empezó a temblarme. Esperé que no notara mi inseguridad.
-Había ido sola al bosque, como ya te he dicho. Como le habían prohibido ir, se escapó. Bajó por la enredadera y se fue. -sí que había sido capaz de bajar por la enredadera después de todo. Reprimí una sonrisilla.- Se cambió de ropa para que nadie la reconociera.
-¿Estás seguro que dijo sola?
-Sí, aunque agacho la vista... -dejo la frase en el aire- Hace un momento has dicho que no estaba sola. ¿Qué sabes tú al respecto? -acerco su cara a la mía y enarcó una ceja. Creo que Marco, en el fondo, estaba disfrutando de la situación.
-Yo... Eh... Estaba conmigo –Solté por fin. Lo había dicho. De pronto me sentí más ligero. Como si me hubieran quitado un enorme peso de encima.
Esperé que Marco reaccionara de alguna forma poco agradable, pero no lo hizo, y eso me puso desconcertó un poco, aunque, al fin y al cabo, mejor para mi salud.
-Extraño. No dijo absolutamente nada sobre ningún acompañante -empezó a acariciarse la barbilla, como si pensara algo, o lo intentara recordar. Supongo que estaría esperando a que yo le contestara algo, pero como no lo hizo, siguió hablando-. Te esta encubriendo, muchacho. Sera mejor que seas más cuidadoso. Si te pillan con ella puedes meterte en un buen lio, y yo no podría hacer nada por ayudarte. Aunque, sinceramente, me siento más tranquilo si sé que está contigo. Adiós muchacho. Ten mucho cuidado a partir de ahora.-me recordó. Yo asentí y Marco se fue. Yo también me fui.
Me marché a casa y llegué por la noche. Por el camino, pensé en la conversación que había mantenido con Marco y me puse a reflexionar sobre qué motivos podría tener para informarme sobre la situación de Kamil y alertarme de los problemas que podría tener. Cuando entré por la puerta de casa, descubrí que le había sobrado un poco de cena a mi madre. Estaba fría, pero me la comí como si fuera un animal. Estaba hambriento.
Kamil había evitado comentar a sus padres cualquier cosa referente a mí... ¿Por qué?
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