Capítulo 9.

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Ya al despertarme empecé a darle vueltas a la cabeza. ¿Iba a buscarla o la dejaba tranquila unos días? La última vez que la castigaron paso más de una semana hasta que pude volver a saber de ella. Si sus padres habían echo lo mismo... Agité la mano para intentar ahuyentar estos pensamientos. No funcionó y seguí cavilando. Quizá pasase más tiempo y todo. Empecé a sentir una impotencia que no era propia de mí. También una pesada capa de tristeza cayó sobre mí. Estuve dos días así, pensando y pensando mucho en qué hacer, por una parte, tenía miedo de intentar contactar con ella y que me descubriera alguien, pero por otro lado, sabía que hasta que no la viese de nuevo no podría dormir tranquilo. Al final decidí ir a buscarla.

Esa noche apenas dormí. Estaba bastante nervioso. Y empecé a pensar que... ¿Y si ella no quería verme? Había vuelto a tener esta clase de pensamientos que me impedían pensar con claridad y dormir por las noches.'' Yo solo le he dado más que problemas'' Pensé. No sería extraño que no quisiera saber nada de mí, un crío. Alguien que no tenía nada que perder. Apenas nos conocíamos de unos pocos meses. Seria fácil olvidarse de mí. Que equivocado estaba.

Aun no había amanecido cuando salí por la puerta de mi casa, temblando, pero no de frío, sino de alegría, miedo y nervios. Durante la noche me había desvelado y volví a empezar a darle vueltas a la cabeza. Incapaz de volver a conciliar el sueño, decidí partir cuanto antes, sin pensármelo dos veces.

El camino se me hizo más largo que de costumbre. Quería llegar cuanto antes pero a la vez quería que se hiciera aún más largo. Sí, lo sé, es una contradicción pero ¿cómo os sentirías vosotros si estuvierais en mi situación? La duda había anidado en mí, y ahora tenía el corazón en la garganta, palpitando fuerte y veloz.

Y sin darme cuenta, ya estaba bajo su ventana. Había visto un par de guardias en la puerta, pero dada la hora que era, estaban recostados en unas sillas, durmiendo a pierna suelta. Creo recordar que a uno de ellos le caí la baba por la comisura de la boca.

Debajo de su ventana no había nadie, por suerte. Supuse que sería porque no la veían capaz de que volviera a intentar bajar por la enredadera. Como ella debía haber bajado el día que nos fuimos, ahora era yo quien daba uso a la enredadera para subir. Una vez a la altura de su ventana, empecé a dar suaves golpes para hacer ruido y que se asomara. Me temblaba todo el cuerpo. Nunca he tenido miedo de las alturas, pero no sería muy agradable caerse desde allí. Empecé a dar los golpes un poco más fuertes debido a que no parecía que ella los oyera. También empecé a susurrar su nombre.

Su ventana daba a unas calles poco transitadas y oscuras, para mí un golpe de suerte ya que nadie me vería. Mientras pensaba en eso, la ventana se abrió y me sobresalté. Perdí el equilibrio y casi me caigo pero lo recuperé en un acto reflejo. Suspiré aliviado. Me puse aún más nervioso.

-¡Mordekai...! –Ahogó un grito-. ¡¿Pero qué haces aquí?! -No me dio tiempo a contestarle-. Vamos, entra –se apresuró a decirme. Apoyé los pies en la repisa de su ventana y de un ágil salto, entré.

La verdad, su habitación no era como me la esperaba, toda llena de trajes, lujosos muebles, con tejidos de vivos colores. Era casi el contrario, la cama, un armario y un tocador eran los escasos muebles que tenía, todos de madera. El techo parecía bastante viejo y comido por las termitas. Los pocos trajes y lo que parecían mantas, tenían pinta de estar muy gastados. La estancia era bastante oscura, supuse por la falta de luz al tener la ventana casi pegada a otra casa.

Kamil me ayudó a salir de mis pensamientos.

-¿Qué haces aquí? –repitió, con un tono ya un poco más impaciente.

En un primer momento se me olvidó todo. Todo lo que me había llevado a buscarla en su propia casa. Todo lo que había estado rumiando desde hacía un par de días. Todos los motivos por los cuales estaba preocupado por ella y por los que necesitaba verla. Balbuceé algo que ni yo mismo supe que dije y al ver la expresión del rostro de Kamil, supe que ella tampoco había comprendido nada de lo que pudiera haber dicho. Respiré hondo, me tranquilicé y empecé a hablar más despacio y claro.

-He venido para ver como estabas. Marco me dijo que te descubrieron. –de la cantidad de cosas que tenía en mente y llevaba días dándole vueltas, acabaron resumiéndose en esas dos frases.

-¿Y no podrías haber utilizado la puerta? –parecía un poco histérica. Se acercó a la puerta de su habitación y comprobó que estaba cerrada. Cuando se volvió hacía mí, le contesté.

-¿Crees que me habrían dejado pasar? -enarqué una ceja a modo de burla.

-Tienes razón -respiró profundamente y se relajó-, bueno, sobre cuando nos fuimos al bosque, cuando desperté por la mañana mis padres empezaron a decirme que porque me había ido tan lejos sola. Tranquilo, no les dije nada sobre ti –se apresuró a contestar.- Lo que tampoco les dije es cómo demonios se enteraron. –Su humor había pasado a ser de total enfado, y con ella misma.

-Ya... Sobre eso... -empecé a rascarme el cuello, nervioso.- ¿Por qué? –me atreví a preguntarle. Después de haberlo dicho, empecé a temer su respuesta.

-Pues... No lo sé muy bien, supongo que sería porque no quería que te pasara nada malo. Sé que eres buena persona. –Me sonrió tímidamente. Me sentí aliviado a partir de aquel instante, aunque no supe porque exactamente. Ahora ya podía dormir tranquilo por las noches.- Por cierto, ¿cómo encontraste a Marco?

-Bueno... Más bien el me encontró a mí -sonreí avergonzado-. Te estuve esperando durante varias horas aquí atrás. Cuando estaba a punto de irme, apareció y me lo contó. Me dijo que te habían vuelto a encerrar.

-Marco no suele ir contando lo que me pasa por ahí... –dijo más para sí misma que para mí, pero la pude oír perfectamente. No pregunté nada al respecto. Sabía mantener la boca bien cerrada cuando debía, aunque por dentro me muriese de ganas por hacerlo.- Por suerte -dijo ya alzando la voz,- solo serán unos días. Aunque, ahora cada vez que salgo de mi habitación tendré a dos guardias pegados a mi espalda que no me quitaran el ojo de encima. Qué asco. Creo que se acabaron las expediciones contigo. Lástima, me gustó.

-Y a mí... -y era verdad.

Se hizo el silencio unos instantes.

-Pero, ¿sabes una cosa? Al final los guardias se acaban aburriendo de cuidar a una cría como yo. Al final solo se queda Marco conmigo. Me ha cuidado como si yo fuera su hija, y el para mí ha sido un padre de verdad. Él ha sido siempre mi punto de apoyo. Marco si me dejaría irme contigo. –Empezó a animarse poco a poco. Todo lo que dijo, lo dijo muy segura de sí misma- Lo que no se es cuanto tardarían los guardias en cansarse. -y suspiró, abatida.

-Bueno, al menos no está todo perdido. Habrá más expediciones, como tú has dicho. -sonreímos a la vez. Los dos queríamos volver a repetir aquella experiencia.

-Sí, y ahora vete antes de que... –Se calló justo en el momento en el que llamaron a la puerta.

-¿Kamil? ¿Te encuentras bien? Hace un buen rato que deberías haber bajado a desayunar. -era una voz de mujer, supuse que sería su madre.

-¡Antes de que venga mi madre! –Terminó la frase, confirmando mi sospecha.- ¡Vamos, vete! -lo dijo en un susurro- ¡Enseguida estoy mamá! –contestó a su madre con un grito.

Me subí a la ventana y me agarré a la enredadera como pude y antes de bajar me fijé en que con el pelo desecho y el camisón blanco con el que iba vestida Kamil, estaba preciosa. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el golpe que dio la ventana al cerrarse e hizo tambalearme del susto.

Ya en el suelo, pasé por delante de la puerta y ahora los guardias sí que estaban despiertos. Pasé por delante de sus narices y creo que me miraron un poco sorprendidos de por dónde venía. Sonreí para mis adentros y reprimí una carcajada.

Recordé que no había comido nada y dormido menos aún. Pero dado que no tenía necesidad ni de una cosa ni de otra, me volví a casa. Mucho más tranquilo y seguro.

A la vuelta, creí ver a Marco a lo lejos. Un detalle que no me reveló Kamil esa mañana y que descubrí tiempo después, es que Marco me estuvo vigilando en todo momento el día que la estuve esperando. Quería comprobar si yo valía la pena.

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