Capítulo 3.

239 18 0
                                    

Me dirigí directamente hacia el claro. Prefería empezar desde allí y hacer una ruta que abarcase la mayor parte del bosque. Sabía que un animal no había sido, los animales cogen lo necesario o directamente se lo comen en cuanto lo ven, no cogen un zurrón entero, lo vacían y se van tan campantes. Cabía la posibilidad de que hubiera sido un zorro. Pero deseche la idea casi enseguida de que se me hubiera ocurrido. No había visto una sola madriguera en todo este tiempo.

Debía de ser una persona. Por un momento me entro miedo. ¿Y si esa persona era peligrosa? Podría matarme perfectamente, no llevaba ningún arma para defenderme. Ni siquiera un mísero cuchillo con el que poder hacerle frente. Maldije por lo bajo mi ignorancia.

Mientras pensaba en esto llegué al claro. Me paré en seco, jadeante por la carrera que acababa de hacer. No había ningún hombre armado esperándome para deshacerse de mí en el momento en que le encontrase. Solo una niña, de mi edad seguramente. Por aquel entonces, yo ya había cumplido los doce años. ¡Se estaba comiendo mis frutas! Mientras pensaba en todo esto, la niña levantó la cabeza. Palideció un poco al verme y abrió mucho los ojos, después, echó a correr al verme. Yo estaba doblado sobre mí mismo, jadeante y recuperando el aliento. Susurré por lo bajo un <<No…>>. Me había pillado desprevenido, pero reaccioné rápido y corrí tras ella con el corazón a punto de salirse de mi pecho. En unos pocos segundos la alcancé. Estiré el brazo para intentarla cogerle de la ropa, pero tropezó con las raíces de un árbol y cayó al suelo. Yo me detuve a escasos pasos de ella.

-¡Devuélveme lo que es mío! -le grité. La garganta me escocía.

No contestó. Empezó a gatear hacia atrás, asustada. Me sorprendí un poco, nunca pensé que podría asustar a alguien. Esta vez quien tenía miedo de que sacaran algún tipo de arma era ella, o incluso algo mucho peor.

-Yo... -balbuceó- Creí que no era de nadie. –Noté que la voz le tembló al pronunciar aquellas palabras mientras seguía gateando hacia atrás.

-¿Como que creías que no era de nadie? -esta vez ya no gritaba.

No contesto. Mientras se arrastraba, se topó con un árbol y tuvo que detener su corta huida. Pegó un pequeño saltito al notar la corteza del árbol contra su espalda. Yo no me había movido de mi sitio, así que la distancia que nos separaba ahora era un poco mayor. Empezó a levantarse poco a poco apoyando la palma de las manos en el tronco del árbol para ayudarse a ponerse en pie. Me pareció que temblaba. Recordé que mi zurrón todavía estaba en su mano derecha.

De repente, oímos una voz.

-¡Kamil! ¡Kamil! -gritaba. Era una voz fuerte y grave. Se escuchaba perfectamente.

-Me buscan –dijo simplemente ella.

-¿Cómo que te...? -No me dio tiempo a acabar.

Otra vez se oyó aquella voz gritando y ella salió corriendo como un conejo cuando descubre que un zorro le sigue. Entonces lo entendí. Ella era esa tal Kamil. Si buscaba al que estaba gritando, el que debería ser su nombre, Kamil me llevaría ventaja y sería mucho más difícil dar con ella más tarde. Suspiré y decidí ir tras ella sin pensármelo dos veces. Si ella seguía por aquel camino, llegaría al rio. Eché a correr. Atajé por unos arbustos y llegué al rio. Ella todavía no había llegado así que me dispuse a esperarla, escondido detrás de unos matorrales. Apenas unos instantes después, apareció. Se quedó cerca de la orilla, muy desorientada. Supuse que se debería a que no sabía cómo había aparecido allí. No sabía si atravesar el rio. Yo no me lo pensé más. Me acerque por detrás sin que se diera cuenta y la agarre por los brazos.

-¡Suéltame! –gritaba mientras forcejeábamos.

-Si no paras de gritar así, quien quiera que te busque te encontrara –Se calló de repente. Había dado justo en el clavo, pero siguió intentando escabullirse de mí. Forcejeamos, pero yo tenía un poco más de fuerza que ella y le sacaba un poco de ventaja.

Sin cadenas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora