A la mañana siguiente, nos despertó mi madre. No pareció extrañarle mucho vernos abrazados. Desayunamos un vaso de leche cada uno tranquilamente. Nos arreglamos un poco y nos fuimos hacia el pueblo. Durante el trayecto no dijimos mucho. Estábamos un poco dormidos aun. Nos faltaban horas de sueño. La acompañé a su casa, nos abrazamos y nos despedimos. Decidí que iba a quedarme unos días por allí.
Buscaba un lugar donde poder almorzar algo cuando me cruce con Marco. Al verme, me saludó con la mano y me acerqué.
-Hey, ¿qué tal? ¿Lo pasasteis bien? –creo que intentó insinuar algo con la mirada, pero decidí ignorarlo.
-Pues si ahora mismo la acabo de dejar en su casa. –repliqué.
-Haces bien. Desde que estas metido en su vida la tienes medio secuestrada.
Ese comentario me hizo gracia.
-Bueno, es mi amiga. Y por lo que me dijo hace dos días... –me mordí la boca-. Tú ya lo debes de saber.
-Te lo ha dicho -me pareció ver que se le nublaba la vista. Se puso rígido de repente y dejó de mirarme.- No te hará mucha gracia, supongo. Y pensar que no la volveré a ver crecer... Muchacho, yo tampoco quiero que este con ese hombre al que la entregan. -parecía cansado, de repente-. Ven, vamos a sentarnos allí –me señalo una placita y nos acercamos.
Nos sentamos en un pequeño banco. Era raro vernos juntos. El, tan alto y musculoso, y yo un simple zagal.
-He criado a Kamil como si fuera mi propia hija -empezó a relatar-. Más que su propio padre. Sabes, mi mujer no puede tener hijos. Y poder criarla a ella ha sido la alegría de mi vida -asentí con la cabeza. No podía creer que Marco me estuviera contando esto a mí, quiero decir, nos conocíamos y todo eso, pero llegar al punto en que me hablara de esta forma, para era bastante sorprendente-. Desde que apareciste tú, la veo mucho más feliz, ¿sabes? Y no, no me lo ha dicho textualmente, pero no hace falta que me lo diga, lo sé y punto. La veo ir y venir de cualquier lado, fingiendo hacer algo, porque sé que tiene la cabeza en otra parte. Esta más distraída. Sabes lo que es hablarle, ¿y tener que repetirle las cosas dos veces porque la primera estaba pensando en a saber qué? A ella también le has dado una alegría, no puedes negarlo. Nunca ha podido estar con chicos, ni siquiera de pequeña. No querían sus padres tener que aguantar los amoríos de su hija mimada. Imagínate si llegaba a enamorarse de un muchacho cualquiera... La fortuna que tenían no crecería. Sus padres son unos ambiciosos, solo les importa el dinero. Los conozco desde hace mucho tiempo. Pero todo lo que han hecho se puede haber ido al traste. Creo que Kamil se ha enamorado de ti, Mordekai -y esa fue la única vez que me llamo por mi nombre. Se levantó y se despidió, dejándome con la palabra en la boca.
Yo aún me quede allí sentado. Todavía estaba asimilando lo que había dicho Marco.
* * *
Los días empezaron a pasar veloces. Seguíamos al bosque muy a menudo. Pero la fecha de su boda estaba cada vez más cerca. Y yo no podía hacer nada. La perdería. Y ya no sabía qué hacer. Esta vez no pude ahuyentar esos pensamientos. Faltaban dos semanas para que la mandaran con aquel hombre.
Una noche entre en una taberna con unos amigos. No recuerdo exactamente que querían celebrar. Quizás algún cumpleaños Nos sentamos en una mesa libre que había cerca de una esquina. Charlamos, reímos, incluso bebimos un poco y alguno se emborracho enserio.
Recuerdo haber levantado la vista y haber visto a una mujer allí. Al principio creía habérmela imaginado, pues donde estábamos no era un lugar para mujeres, pero era real. Estaba sentada en un taburete frente a la barra. En su vaso había un líquido que me pareció rojo, que podría a ver sido cualquier otro tipo de bebida pues la poca luz del ambiente no dejaba ver con claridad.
Era la única mujer del local. Llamaba mucho la atención pues, tanto su presencia como su persona eran desconocidas para todos y más de uno tenía la vista fija en ella.
Debía de tener unos veinticinco años. Tenía el pelo por debajo de los hombros, liso y castaño. Llevaba un vestido morado oscuro que le cubría el cuerpo entero excepto las manos. Los zapatos sí que se llegaban a ver. Recuerdo que se giró y me miro intensamente. Como si me estuviera estudiando desde allí y y fuera la única persona del local. Me sentí incómodo. Mi amigo me salvo de aquella incomodidad llamando mi atención y, para cuando volvía a levantar la vista, la mujer salía por la puerta. No me había fijado mucho en sus facciones pero había captado mi atención. Al poco rato nos fuimos nosotros. Aun estuvimos un buen rato por la calle montando un poco de escándalo. Acompañamos a un chico que había bebido demasiado y no creímos que fuera a encontrar el camino de vuelta a casa el solo y después nos despedimos y cada uno se fue por su lado. Caminando hacia casa de mi amigo, miraba por las calles cada dos por tres en busca de aquella mujer. No puedo deciros que fue, pero esa mujer despertó en mi un poco de curiosidad. No es normal que alguien se te quede mirando un largo rato, ¿verdad? Pero no la volví a ver hasta el día siguiente.
Había conseguido olvidarla cuando, nada más salir de casa de mi amigo para hacer unos recados, a escasos pasos de mí, estaba ella sentada en un banco. Al verme, se levantó y empezó a caminar en mi dirección. ¿No vendría hacia mí, verdad? En apenas unos segundos tuve la respuesta. ¿Qué querría?
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