Capitulo 6: Uno de Diamante, dos de Corazones y tres de Picas.

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 Uno de Diamante, dos de Corazones y tres de Picas 

  

“Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones drásticas son las más seguras” ―Tito Livio

            El Prior Francisco bajó las escaleras de piedra del ala suroeste de la Abadía de Santa María del Monte con paso tembloroso, seguido de un joven de veinticinco años, con cabellos cortos de color castaño  oscuro, flequillo y un estilo de vestir inglés que desentonaba completamente en aquel lugar: pantalones de vestir, camisa blanca y pullover negro de mangas largas.  Ambos se adentraron en los pasillos subterráneos del convento que conducían a las criptas.

― No sabemos aun como ocurrió joven Di Molise. ―habló apresuradamente el Prior sin detenerse― Pensamos que había podido perderse en los alrededores pero luego de buscarle por dos días decidimos llamarle.

― Tenias que llamarme el primer día imbécil ―dijo despectivamente el joven entrecerrando sus ojos grises con odio en la oscuridad.

― Lo sé, pensábamos que esta vez sería como la última, en la que volvió por su cuenta antes del amanecer.

― Tanto dinero que se te paga para que la mantengas en su sitio y luego de veintitrés años cuidándola ¿no sabes que hacer para que no se escape? ―preguntó y luego le dio un empujón con el hombro adelantándose― Olvídalo.

            Ambos habían llegado a una puerta de madera, el Prior sacó una llave de su atuendo y luego de introducirla en la cerradura y girarla le dio paso a  Di Molise con un ademán. Recorrieron el lugar, pasando primero por una habitación con una cama doble, luego por un pequeño cuarto de baño y posteriormente a una amplia estancia de dos pisos rodeada de libros y con un juego de muebles en el centro. Di Molise miraba cada cosa del lugar como si buscase algo, algún indicio.

― ¿Alguien vino aquí además de ti los últimos días? ―inquirió rebuscando en los libros del escritorio que había en la sala― ¿Algún otro monje?

― No, no ―musitó― Solo la Hermana Rose y yo. Nadie más.

― ¿Y la puerta de la entrada?

― Cerrada con llave por fuera señor, quien entrara tenía que tener una llave y solo la teníamos…

― Tú y la Hermana Rose. Si. Si. ―sacudió  una mano restándole importancia, luego subió la mirada donde divisó el agujero del techo― ¿Qué me dice de ese pequeño detalle? ―preguntó sonriendo con malicia mientras señalaba el hueco.

― No creerá que salió por allí ¡Es imposible! ―exclamó el Prior mirando el techo roto por primera vez y luego al joven.

Di Molise se acercó con paso tranquilo al Prior y pasó su brazo derecho por el hombro de este para hablarle más cerca, como si se tratara de viejos amigos.

― Mire Prior Francisco. ―comenzó a hablar mientras lo conducía al centro de la estancia con tranquilidad― Los errores pasan, además nuestra chica es muy inteligente ¿No es así? ―el Prior asintió y tragó grueso― Debe estar en Roma asustada bajo una piedra de que el Sol la lastime, porque usted se encargó de explicarle que eso le haría daño.

― Si, eso hice ―vaciló el anciano y Di Molise lo soltó mientras avanzaba un paso más dándole la espalda.

― Pero…si ya sabe la verdad sobre su condición no tardará en buscar formas irse a otro lugar. Por el contrario, una persona sin documentación no llegará muy lejos ―supuso.

Club Wonderland - 30 Seconds to MarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora