Capítulo Uno

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Nuevos comienzos. Parte 1

12 de septiembre del 2019. Jueves 6 pm.

Atención, pasajeros del vuelo 92 camino a Gales. Por favor, atención.

La voz de la Azafata me despierta de aquella pesadilla indicándome que en los minutos siguientes experimentaremos un poco de turbulencia en el avión. Abro mis ojos lentamente y extiendo mi cuerpo como si hubiese estado invernando por siglos. Los músculos de mi espalda resuenan adoloridos por haber estado durmiendo en una pésima posición por horas y ciertamente, no estoy arrepentida. Fue un sueño excelente, salvo aquella extraña pesadilla. Últimamente he estado viendo una sarta de películas de guerra, mi imaginación tiene material suficiente para recrear varias escenas, supongo, así que prefiero ignorarlo.

Oigo a mi estomago resonar y me gustaría haber aceptado aquella barrita que me había ofrecido la mujer con la que comparto asiento, pero no puedo pedírselo ahora puesto que se encuentra dormida. ¿Sería considerado un robo si lo tomo de su bolso? Pero mis pensamientos se desvanecen cuando mi vista se pierde en la ventanilla.

Hemos llegado. La voz del capitán que resuena en los parlantes lo confirma. Allí ante mis ojos se materializa la hermosa isla de Anglesey, lugar donde pasaré los siguientes meses en las más improvisadas vacaciones de mi vida.

Barcazas, castillos, faros y un centenar de hogares son reflejados por el atardecer más maravilloso que alguna vez he presenciado. Los rayos de sol le otorgan un aire fantasioso, como si cada estructura desprendiera una mágica energía. Aún no he visto nada pero ya puedo jurar que es un lugar increíble y la verdad, no puedo evitar felicitar a mi padre mentalmente por decidir mudarse aquí tras el divorcio. Después de todo, no toma tan malas decisiones como pensé.

La azafata nos indica a todos que el avión ya se encuentra descendiendo y que pronto estaremos en nuevas tierras. – En una nueva vida para mí – pienso.

Al bajar del avión, intento recordar en qué lugar había acordado encontrarme con mi padre pero en cuanto levanto la vista eso ya no es necesario, a lo lejos, vislumbro un cartel con mi nombre, sostenido por un simpático hombre robusto, con una playera beige y unos pantalones de mezclilla que, inmediatamente cuando posa sus ojos sobre mí, genera una contagiosa sonrisa.

No lo pienso dos veces, corro como alma al diablo y me lanzo hacia sus brazos ante las miradas extrañas de los demás pasajeros.

Mi pequeña Ginebra susurra mi padre sujetándome en un fuerte abrazo y entonces simplemente sucede, antes de que pudiera detenerlas, mis lágrimas caen empapando mis mejillas y me permito llorar por todo. Por su partida hace años, por nuestro reencuentro, por la nueva vida que me espera y por la razón que me trajo hasta aquí. La partida de mi abuelo.

Cuando mi abuelo falleció el dolor no podría ser más desgarrador. Había albergado una nueva herida y estaba segura que era la peor de entre todas mis desdichas. Cada pequeño rincón de mi hogar era un suplicio. Por las paredes aún rebotaban sus palabras, las lámparas de la casa todavía proyectaban su sombra, las flores del patio me parecían marchitas desde que no estaba e incluso tenía la idea de que el eco de la cocina guardaba su risa. Caminar por mi casa era lo mismo que danzar descalza en una playa con 42° de calor. Un verdadero infierno, hasta que mi madre pareció tener una idea.

— ¿Mudarme con papá? ¿Te sientes bien? ¿No tienes fiebre? — Expresé. Ese tipo de sugerencia no lo haría ella ni muerta. Estaba segura.

Pero lo decía en serio y unos papeleos más tarde, heme aquí.

Mi padre intensifica su abrazo y se queda en silencio. Despierto del recuerdo y antes de manchar su camiseta me retiro lentamente y le sonrío. Lo extrañaba, todo este tiempo lo estaba haciendo pero estaba tan enojada cuando se fue que nunca pude percatarme.

Ven, vamos a casa me dice, mientras me ayuda con las maletas y nos dirigimos hacia el aparcamiento. A lo lejos puedo ver su antigua camioneta estacionada y con ella vienen los recuerdos y de vuelta, suelto unas cuantas lágrimas.

Demonios, a este paso esto será realmente complicado.

Y... cuéntame ¿Pudiste arreglar todo el papeleo con tu universidad? Considerando que apenas vamos en septiembre, tu madre me comento algo de eso me dice papá, supongo que intentando distraerme. Sonrió en forma de agradecimiento.

Bueno. Las clases iniciaron en Agosto pero de tantas idas y vueltas al hospital tampoco logré asistir a todas así que ya había decidido retomar todo el próximo semestre mucho antes de que surgiera la idea de mudarme contigo. Así que si, ya lo tengo todo cubierto.

Me alegra oír eso, aunque harás que tus amigos te extrañen ¿no lo crees?

Mis amigos. Bueno, no es como que tenía un millón de amigos como la canción que escuchaba mi madre en la primaria, pero definitivamente había dos personas que me echarían de menos. Alba, quien estuvo conmigo desde el día uno en la jungla universitaria y Andy, quien se nos sumó después. Y por supuesto que yo también los echaría de menos. De hecho, ya lo estaba haciendo.

Continúe hablando con mi padre y unas cuantas preguntas después el cansancio volvió a invadirme y considerando que él me había dicho que aún faltaba tiempo para llegar, decido acomodarme de la mejor forma en el asiento del copiloto dispuesta a dormirme, como si la especie de siesta que tomé en el avión solo fuese el principio, pero antes de cerrar profundamente los ojos el camino se tornó lúgubre y el perfecto asfalto que antes estaba frente a nosotros ahora era un camino de tierra oscura, cada vez más estrecho, como si nos adentráramos al bosque de Caperucita pero más escalofriante y con una inmensa roca al final del sendero bloqueando cualquier tipo de desvió.

Estaba segura que solo había parpadeado unos segundos para que el camino que estábamos siguiendo cambiara tan drásticamente de forma aterradoramente rápida y peor aún, papá no se había inmutado en lo absoluto. Conducía absorto en su propio mundo e inmediatamente la confusión se apodero de mi sistema.

¿Cómo era posible que él no se diera cuenta de que estábamos siendo el Titanic y nos encontrábamos a tan solo unos metros de la colisión? Debía hacer algo pronto pero cuando estaba por reaccionar ya fue demasiado tarde.

Cerré los ojos y grité. Grité con todas mis fuerzas pero el impacto nunca llegó.

Abrí los ojos lentamente y no podía entender lo que estaba viendo. La calle había vuelto a asfaltarse, no había ningún bosque de las pesadillas y a la enorme roca lo trago la tierra porque en mi campo de visión solo había una carretera común y corriente. Inmediatamente un escalofrío me invadió y empecé a golpearme la cabeza. En definitiva, necesitaba dejar las películas. - Están achicharrándote el cerebro – repetía mi madre en mi subconsciente. Bueno, estaba empezando a darle la razón.

Mi padre me observaba con el ceño fruncido preguntándome si todo estaba realmente bien.

Creí haber visto una serpiente mentí. A lo cual, él simplemente asintió seguramente preguntándose si su hija ya habría enloquecido por completo.

Y ciertamente, tampoco creo que él esté tan equivocado si lo creyese. 

Dejavú PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora