Los arranques de ira producen errores horribles

221 22 0
                                    

.

Vaya escándalo que se armó.

Para suerte no dejó ni un solo herido, pero sí muchísimos rostros de espanto; y uno que otro macho desmayado por el temor.

A pesar de haber destrozado el techo del gimnasio, Sasuke, no recibió reprimenda alguna cuando las autoridades conocieron el origen de tal poder destructivo.

Además, ¿quié podría negarle un cupo en tercero de instituto, si era el príncipe del universo conocido, capaz de destrozar, de aquella manera tan aterradora, el tejado del edificio de gimnasia?

No. Ningún maestro quería tener al Uchiha de malas.

Y claro, la noticia de ser un extraterrestre con habilidades especiales, llegó de la mano con el nuevo cuerpo de la sensual rubia; a quien antes se conocía como Naruto. Y, para males del Uzumaki, todo el instituto sabía que ahora era la prometida del más guapo estudiante en el instituto.

Palabras más, palabras menos...

Su padre tuvo que llegar por una llamada que recibió de su hijo menor.

— Claro, Naruko es mi hijo.

— ¡OTOU-CHAN!

— Oh... Disculpame, Naru.

— Así que esta chica... es Naruto.

— ¡No te rías-dattebayo!

— Tus pechos son tan grandes como los míos. Cambia tu nombre y quedas perfecta.

— ¡ESO JAMÁS, VIEJA TSUNADE!

— ¡¿A QUIEN LLAMAS VIEJA, MOCOSA?!

— ¡¿A QUIÉN LLAMAS MOCOSA-DATTEBAYO?!

Minato estuvo un momento a solas con la señora rubia de exhuberante pechera. Al salir, habla con Sasuke un corta frase y luego toma la mochila de su hija para dejar el colegio temprano.

El moreno se limitó a mirar cómo se alejaba su suegro con su amada. Quien no le dirigía la palabra desde el escándalo en clase de deportes.

La ira que la inundaba la hacía emanar una densa capa rojiza debido a todo lo que había pasado en clase de judo, y luego con la estúpida vieja que se burlaba de su nuevo cuerpo. ¡QUÉ DEMONIOS! Pero ese enojo no duró mucho, porque su amado padre sabía como calmarle desde pequeño.

— ¡Itadakimasu!

— Es bueno salir a comer un buen ramen, ¿no hijo?

— ¡Claro, claro! —engullendo un bocado tras otro.

— Cuando estuve a solas con la directora, pues... —Minato miró hacia un costado mientras rascaba su mejilla— Temo que deberás llevar el uniforme femenino desde mañana.

Buena parte de la comida salió de su boca en un gran golpe de aire que expulsaron sus pulmones; sin llegar a ensuciar a su padre.

— Lo siento, Naruto. Son normas de la institución. —llevaba bocados pequeños para no dejar de hablar con la rubia— Y creo que deberías acostumbrarte.

— ¡Pero-!

— No me mal interpretes, hijo. No estoy obligandote a nada que tú no quieras. Pero, al menos, durante el resto del año, deberás acatar las normas. —levantó una ceja y el pequeño rubio comprendió que no debía meterse en problemas que causaran su expulsión, como en su anterior colegio.

— (¡Maldición!)

— Además —acota con una sonrisa y mirada que evocaban viejos momentos; su hijo mayor lo había visto un par de veces. Sus ojos tenían ese brillo único, le indicaba a Naru que aquel memento incluía a su madre— cuando eras pequeño, recuerdo que te gustaba usar la ropa de mamá.

Encontré el amor en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora