La luz de un profundo sentimiento

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Las pisadas hacían eco en la profundidad del pasillo. Juugo se encontraba a un lado del Futuro Rey en silencio mientras ambos se dirigían a la Gran Puerta.

Luego de la transmisión y casi dos horas de esfuerzo extremo en la Central de Seguridad Interplanetaria para lograr dar con las coordenadas del planeta donde la prometida de Sasuke se encontraba prisionera fue un éxtasis, lamentablemente conocer que habían dado con el lugar porque así quiso Madara, sólo los preocupó.

Luego de casi una hora de comunicación de Juugo con el líder de Seguridad (Mandara presente en silencio al fondo de la transmisión), se quedó en un acuerdo de palabra y sucesión de la totalidad del reino a cambio de la felicidad del Príncipe.

Ambos se detuvieron un par de pasos frente a la Gran Puerta, Juugo echó una mirada fugaz al reloj en su muñeca. Según, el acuerdo se llevaría a cabo en el castillo de Madara donde la mano derecha del Futuro Rey sería el encargado de presentarse solo a las cuatro de la tarde del horario Raikiriano con los papeles de Derecho de Tierras.

— ¿Crees que Naruto y yo hubiéramos sido felices si no hubiera pertenecido a la realeza? —la voz de Sasuke más que sonar como una lejana pregunta era una afirmación para sí mismo en voz alta.

— Si usted no hubiera sido el Príncipe, jamás hubiera conocido a Naruto-sama. —dijo Juugo con una voz calmada y casi paternal.

Sasuke levantó la mirada del suelo y sonrió a Juugo de forma sutil y melancólica. — Su Majestad. Yo era un vil plebeyo y ahora soy el Asesor personal de la persona más influyente de este universo. Por eso me agradó Naruto-sama desde el inicio. —Sasuke lo observaba en silencio, pensativo. Juugo comparaba su vida con la de Naruto y lo mucho que había cambiado Sasuke al conocerla— Aunque no sólo fue por eso, también me sentía aliviado de volver a verlo sonreír en su presencia.

Sasuke apartó sus ojos de su amigo y observó la puerta con recelo; Juugo notó la ansiedad y preocupación ocultas en su rabia.

— No se preocupe, su Majestad. Todos estos años he tratado con diversos tipos de seres. Si puedo hacer algo para traerla de regreso y que usted vuelva a ser feliz, entonces estoy complacido de aceptar esta misión e ir al lugar del enemigo.

Juugo volvió a mirar su reloj. Empezó a caminar hacia la puerta con paso firme y postura erguida que denotaba el orgullo que se le había encomendado. Colocó la mano en la manija y quitó el seguro para abrirla; emergía un brillo suave del otro extremo.

Un golpe en su nuca, seguido de un corrientazo en todo su cuerpo lo paralizó y cayó de rodillas a un costado de la puerta mientras observaba en cámara lenta como se desvanecía la gruesa capa tras el portal.

« Por-eso... no quiso... escoltas... » Alcanzó a pensar con angustia mientras su entorno se volvía oscuro.

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Tanto Madara como ella quedaron asombrados ante su presencia sin nadie más tras él.

Cuando la puerta se cerró y quedó bloqueada por los hackers de Madara supo que no había nada que temer, pues ver sus grandes y profundos ojos azules le daba la razón de haber hecho la mejor decisión.

— Libérala. —demandó con una voz profunda; se percibía calmado, pero eso no dejaba de lado la ira en su interior. Como excelente líder debía tener un postura adecuada; en especial si ella estaba mirándolo fijamente. Aquellos ojos mostraban miedo, preocupación, asombro, pero sobre todo: esperanza.

No dejaba de mirarla sin bajar la guardia.

Quería decirle por medio de la voz de su mirada lo arrepentido que estaba de lo que le había dicho. Con sus ojos quería explicarle, rogarle, gritar cuan importante era en su vida y que era capaz de todo con tal de velar por su seguridad; de ver esa sonrisa despreocupada en su rostro bronceado una vez más. Al mirarla sabía que haber ido en lugar de Juugo había sido lo correcto.

Encontré el amor en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora