El famoso show del Príncipe

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Acostada en la cama, a espera de su desayuno— ¡MALDICIÓÓÓN! —golpeaba el colchón con fuerza; una rabieta muy infantil.

Toda persona sabe que una torcedura de tobillo no se cura por completo hasta que han pasado dos semanas... Justo la cantidad de días que tenía de vacaciones. ¿Qué mal había hecho para ganarse tal castigo? Después de tanto esfuerzo que puso en los exámenes y días de estudio... ¡suerte de perros!

— Permiso. —le extrañó tanto ver a la menor de los Hyuga con la bandeja del desayuno que el dolor desapareció por un leve instante— No creas que vine porque quise. —sus crudas palabras no le sorprendieron— Pero tengo que hacerlo, porque nee-chan me lo pidió.

— ¿Hinata-chan? —coloca el desayuno sobre sus piernas gracias a unos soportes en la mesita. Hanabi saca del bolsillo su celular y le muestra las fotos en bikini que le tomó en el centro comercial. Seleccionó las cuatro imágenes y luego, delante de la rubia, las eliminó permanentemente de la carpeta.

— De alguna extraña manera, mi hermana cree que tu torcedura fue culpa mía. —comenta de mala gana y luego abandona el lugar sin nada más. Agradece al cielo y su querida amiga por aquel gesto. Con un respiro de tranquilidad, se dedicó a disfrutar su desayuno.

Pero luego de dos bocados de pescado y arroz, la puerta se abre bruscamente y brinca del espanto, derramando el jugo en las sábanas y salvando el resto con un increíble sentido de equilibrio; mira el marco de la puerta y nota a dos guardias y una camilla de extraña elaboración manual entrar— ¿Qué demonios? —Sasuke detrás— ¿Qué es todo es...? ¡Suéltame!

Sin su permiso la levantó de la cama –aún en pijamas– y la colocó sobre la camilla. Los soldados avanzaron con cuidado a través de las puertas, hasta llegar a la entrada principal, donde los demás estaban parados con una sonrisa; especialmente su hermanito.

— Cuida mucho tu pie, Naruto-chan. —expresa con dulzura y preocupación su amiga.

— ¡No te olvides de tomar muchas fotos, Naruto! —expresa con entusiasmo el castaño— Quiero saber cómo es el lugar del estúpido príncipe. —Sasuke lo miró con los ojos entrecerrados por unos segundos.

— ¡No te preocupes por papá, nee-chan! —dice su hermanito con el pulgar arriba— ¡Él confía que Sasuke-niichan te cuidará muy bien!

Naru miraba a todos sin poder hablar, debido a las interrupciones. La Gran Puerta apareció a unos pasos y el azabache dio la orden para ingresar, mientras sus conocidos quedaban del otro lado, despidiéndose con la mano levantada.

— ¡No, pero...! ¿Dónde me...? ¡¿Y esto qué...?!—los silenciosos pasillos no tardaron en atiborrarse de soldados y sirvientas preocupados al ver el pie vendado de su futura reina. Sasuke caminaba a su lado, sereno. La rubia lo tomó de la manga y tiró de esta con enfado— ¡¿Qué pasa aquí, Sasuke?!

— Tengo entendido que en tu planeta tardarás 2 semanas en curarte. —Naru lo miró con la frente arrugada— Aquí, tardarás una. —abrió los ojos ante la respuesta— Además, si estás en el palacio, podré trabajar sin la preocupación de que algún idiota se acerque a ti. —sus parpados se cerraron a la mitad al escucharlo.

Entraron a una alcoba tan grande como su casa y la volvió a sostener en sus brazos para colocarla en la cama; lo que la incomodó un poco sin demostrarlo. Los soldados salieron y dentro permanecen un par de sirvientas— Ellas te ayudarán en todo lo que pidas. —indicó el moreno— En unos minutos vendrá la doctora. Hasta pronto. —reverencia con caballerosidad y se retira.

¡Naruto-sama, cuide de nosotras! —exclaman con una gran sonrisa y algo de nerviosismo. La rubia observa de un lado a otro. Era extraño estar en ese lugar de nuevo, pero no estaba asustada como la primera vez.

Encontré el amor en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora