Una disculpa sincera y más problemas

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— ¡Kiba-kun!

— ¡Oe~! —sonríe perrunamente y levanta la mano con alegría mientras espera a que lo alcance en la esquina de la cuadra; se dirigen al colegio.

— N-no sabía que habías regresado, Kiba-kun.

Una vez que la podía apreciar con claridad, sabía que el tono en su voz y su rostro reflejaban la misma emoción.

Siendo viejos amigos de infancia, sin duda sabía que algo la perturbaba a sobremanera y, a pesar de estar alegre por su regreso, parecía que algo impedía disfrutar del grato momento.

— ¿Oe, estas enferma?

Oh... —ambos pares de ojos se enfocaron en la abrigadora bufanda que rodeaba su delgado cuello— S-sí...

— Pero, no es invierno. —ella se encojió de hombros.

— Un par de días antes de iniciar clases, mi primo me invitó a esquiar y, pues... Regresé bien, pero el día de reingreso enfermé y recién hoy mi padre me deja abandonar la casa.

Kiba se acerca al rostro de la chica y lo examina de manera peculiar. Sonrojó un poco debido a la intromisión en su espacio personal, pero parecía estar acostumbrada.

— ¡No! No es eso lo que te tiene mal, ¿o sí?

— E-es que... —bajó la mirada y desvió sus ojos hacia el lado opuesto de Kiba— E-es que, algo malo le pasó a Naruto-kun.

Kiba abrió los ojos y la sujeto de los hombros.

— ¡¿Qué?! ¡¿Le pasó algo ayer que no fui?! —la chica abre los pápados— ¡Seguro ese imbécil le hizo algo!

— ¿Ki-Kiba-kun?

— ¡RESPONDE, HINATA! —brincó ante el grito y de manera automática lo empujó asustada y confundida.

— Yo creí que... Naruto-kun, pues... ¿Ya lo... lo encontraron? —el castaño curvó las cejas.

— ¿De qué hablas?

— Me enteré que Naruto-kun está perdido desde el derrumbe del colegio y... —de sus ojos empezaron a caer pequeñas gotitas transparentes— Fue... mi culpa...

Kiba levanto la cabeza para observar su alrededor y esperar que nadie lo haya visto hacer llorar a una chica tan dulce como lo era ella.

— ...por dejarlo solo ese día. Si no... no me hubiera ido... con las chicas y lo hubiera ayudado a... a limpiar... —el muchacho colocó las manos sobre sus pequeños hombros con un poco de torpeza.

— Tranquila, Hinata. No quise gritarte.

— E-eso no... no importa. —empezó a secar su rostro.

— Y con respecto a Naruto... —una fea mueca que ella no alcanzó a apreciar por limpiar sus lágrimas— Él está... bien?

— ¡KIBA, HINATA-CHAN!

Ambos voltean ante los gritos de una rubia que corría hacia ellos con una sonrisa de lado a lado de su cara.

La falda se movía con un tinte hipnótico que dejó al perruno chico con la mandíbula en el suelo y los ojos blancos.

— ¿Na... ruto... kun? —ladeó la cabeza.

— ¡Qué alegría verte, Hinata-chan! Me habían dicho que estabas resfriada. ¿Estás mejor?

Ella asintió de manera mecánica. Perpleja por cada detalle nuevo en uno de sus mejores amigos.

La sedosa cabellera amarilla, casi tan larga como la suya, pestañas rizadas y largas, labios con un rosa natural, cuerpo esbelto y bien proporcionado, ropa de... ¿mujer?

Encontré el amor en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora