Un lugar al cual llamar hogar

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Maldito seas, Sasuke. Crees que puedes decidir por mí todo el tiempo, no seas un hij... —la maestra anotaba los apuntes para la tarea y Naruko murmuraba para sí, tan bajo y con tanto odio que quienes lograban escucharla simplemente ignoraban el hecho a espera de que la maestra la escuchara para ver la posible escena entre alumna y maestra—... te salvé!" "Naruto, serás mi esposa" "Naruto usa esto" "Naruto lo otro! ¡Ah, pero...! jejeje... Ni crea que yo...

— ¡Q-QUÉ ES ESO! —bramó uno de los estudiantes minutos después de que la docente salió del salón por finalizado el día de clases. El grito sacó a Naruko de los oscuros pensamientos de odio que llevaba conjurando desde hace una semanas; la última vez que vio a Sasuke. Al ver hacia la ventana, contempló con tanto asombro como los demás la gigantesca nave espacial jumbo que una vez conoció en el Palacio Raikiri. « ¿Él? »

Abrió la ventana cuando la compuerta se situó a unos centímetros de su salón, una luz potente segó a la clase por unos segundos, un bulto la rodeó por la cintura y cayó al suelo por el fuerte abrazo que le dio un cuerpo pequeño; sumergió su rostro en su pecho.

— ¡Neeee-san!

— ¿Obito? —ambos se pusieron de pie, ignorando el hecho de que toda la clase los estaba contemplando— ¿Qué haces aquí? —agregó algo decepcionada.

— ¡Hey, Naruto-ko! —llamó la pelirroja acomodando sus lentes— ¿Quién es él? —la rubia levantó la mirada y en ese momento se dio cuenta que estaba siendo el centro de atención, pero no le molestó; el niño estaba aferrado a su cintura sin ganas de alejarse.

— Oh... Él es Obito-chan, el hermano menor del idiota.

— ¿Tú también eres un príncipe? —agregó otra voz en la multitud.

— Sí. —respondió seco buscando la dueña de la voz, pero al encontrar en la multitud un par de rostros familiares su cara se volvió amigable e infantil— ¡Hola Hinata, Kiba! —ambos saludaron algo incómodos por la atención momentánea, Obito dejó de prestar atención al resto, se apartó de Naruko y con los brazos cruzados y frente arrugada, miró al a chica— Nee-san. ¿Qué es eso de que volverás a ser hombre?

¡QUÉ! —se escuchó a un grupo de hombres llegar al salón, ella sobresaltó— ¿Es cierto, Naruko-chan? —antes de dar una respuesta dudosa, uno de los tanques de karate, líder del equipo, la tomó de las manos con caballerosidad y la miró con anhelo. — ¡No puedes volver a ser hombre, Naruko-tan!

— ¿Na... Naruko... tan? —asqueó un grupo de chicas.

— ¡Como hombre perder contra ti es patético, pero como mujer sigue siendo patético, pero la suavidad de tus golpes elimina el pesar! —apareció una vena en el rostro de la rubia— O ver bajo tu falda por el viento de las tardes, —otra vena— o tu ajustado traje en gimnasia, —otra vena más— y tus...

¡SUÉLTAMEEEEE! —con una llave sencilla, pero precisa, el líder terminó fuera de contienda, de la conversación... y del edificio.

— ¿Naruto-chan, es... es verdad? —preguntó Hinata después de un silencio de ultratumba debido al cuerpo tosco y grande desaparecer por la ventana. Naruko se calmó durante los breves minutos de silencio en el que un grupo pequeño de estudiantes curioseaba por la ventana para ver que había sucedido con el gigantón; sano y salvo en las ramas del árbol. Sus profundos ojos azules miraron a su amiga con una extraña lejanía y dolor, su mirada recorrió cada par de ojos conocidos: Kiba, Gaara, Karin —por estar delante de todo el grupo—y,por último, a Obito. Apartó la vista de las personas y la dirigió hacia la ventana, cerró los párpados y respiró profundo.

Encontré el amor en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora