La carta maestra para la guerra

91 13 4
                                    

.

¡El palacio estaba hecho un caos!

Los líderes de cada ministerio de seguridad, y la mitad de la armada del país, se encontraban tras un ordenador en búsqueda del código de acceso donde la puerta envió a la prometida del Futuro Rey. Llevaban en ello más de cuatro largas y tortuosas horas; cada segundo hacía crecer la ansiedad.

— Su Alteza. Ya revisamos el listado, y a cada uno de los invitados, que nos envió Obito-sama. Lamento informar, el hombre con quien Naruto-sama estuvo en el balcón no tenía registro; su pase para el palacio fue hackeado. Además, parecía conocer el lugar de las cámaras de seguridad y su rostro no aparece enfocado en ninguna de ellas. Obito-sama está realizando una segunda revisión en caso de haber pasado algo por alto.

En la oficina de Seguridad Interplanetaria, Sasuke se encontraba sentado a la cabeza del lugar, con una sombra oscureciendo sus ojos; fijos en una mirada perdida. Escuchaba con atención pero no respondió.

— Obito-sama ha pedido de favor, si encuentra indicios o información sobre el paradero de Naruto-sama, comunicarle.

Antes de que Juugo pueda abandonar la sala principal para ayudar en la búsqueda, una repentina falla múltiple en cada monitor holográfico creó una capa de estática, dejando a los presentes en pánico. Sasuke se levantó de la silla levemente y sus ojos se abrieron de para en par cuando la imagen clarificó.

— Saludos, Su Alteza. —la voz grave, madura y varonil, seguida de una ladina sonrisa; el rostro de dicho hombre cambió la sangre de Sasuke por lava— Tiempo de no hablarnos, querido sobrino. —comunicó con un tono divertido y amigable.

Sí eras tú, —masticó el azabache. Juugo regresó dentro del cubículo y observó la pantalla, abrió los ojos levemente al ver al hombre en el monitor— Madara.

— Me honra que el Futuro Rey del Universo pronuncie mi nombre. —sus pétreos ojos parecían sonreír con malicia y reverenció con sutileza.

— ¿Dónde está Naruto? —mantener la compostura le costaba demasiado y cada empleado en la central lo sabía a la perfección mientras presenciaban en las pantallas y el monitor central principal; ubicado en la parte superior en la matriz de Seguridad Interplanetaria.

— ¿Naruto? Oh... —pasó la mano por su cabello picudo y largo, oscuro como sus ojos— Debe ser el nombre de esta bella damisela. —Madara dio un par de pasos a su izquierda seguido de la cámara, enfocó la parte trasera del cuarto donde se llevaba a cabo el comunicado.

Los ojos del príncipe quisieron salir de su lugar cuando se fijó en aquella delicada y suave mujer inconsciente atada de brazos y pies en un tablero de madera circular clavado en el muro de piedra; ella sin nada más que su ropaje inferior cubriéndola. La ira no se pudo contener más— ¡Desgraciado! ¡MALDITO!

La indignación y cólera del príncipe creó aquella neblina densa que mantenía a todos con la mirada en el suelo antes de que Sasuke se desquitara con alguna pobre alma; los guardias valoraban su vida lo suficiente como para permanecer con el cuello torcido. Porque llevar sus ojos hacia el puro cuerpo de la muchacha podría costar muy caro.

— Calma, Majestad. —sonrió divertido y colocó su mano en la mejilla de la muchacha para acariciarla con sutileza; sabiendo la reacción que desencadenaría en su familiar— Debo admitir que tienes buen gusto.

— ¡Aparta tus manos de ella! —bramó con sus ojos desorbitados por la rabia, el aura asesina de Sasuke parecía tomar posesión de su cuerpo; disfrutó de su reacción y se apartó de ella con una sonrisa de satisfacción— ¿Qué buscas? ¡Si el problema es conmigo, déjala en paz! —sus ojos saltaban del rostro de Madara a las delicadas facciones suaves de la rubia desfallecida tras él.

Encontré el amor en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora