DIEZ

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El Ruby Skye era un club nocturno de moda y de mucho renombre. Y no era el tipo de lugares que a Sunny le gustaba frecuentar, pero de hecho no le sorprendía que si fuera la clase de sitio que visitaba cualquier chica que pudiera gustarle a Patrick.

No quería ser mal interpretada, el lugar no estaba mal, pero había demasiada gente, demasiadas luces y demasiada emoción para su gusto. Aunque al menos eso le daba al psicópata que tenía al lado menos posibilidades de encontrarse con la pobre chica.

Aceptó la bebida que Patrick le ofreció. Ni siquiera entendía cómo pudo haber conseguido entradas de la nada, pero una parte de ella, la que conocía muy bien a su mejor amigo, sabía que era capaz de vender un riñón en el mercado negro si con eso podría darle rienda suelta a su actitud de acosador.

La música house estaba tan alta que Sunny ya quería salir corriendo y apenas habían llegado, pero Patrick parecía muy cómodo o al menos fingía estarlo con maestría. Movía la cabeza y los hombros sin ningún ritmo aparente.

—¿No es genial esto? —gritó acercándose a su oído y señalando al par de mujeres que bailaban como posesas dentro de una jaula.

Sunny frunció el ceño y negó con la cabeza.

—Es espantoso. Solo imagina que suceda algo, puede ser un fuego, un terremoto... todos saldrán corriendo y se olvidarán de ellas —explicó, dando un trago a su bebida. Al menos debía admitir que era muy buena—. Morirían calcinadas o sepultadas bajo los escombros porque estaban tan desesperadas como para meterse dentro de una jaula a bailar para un montón de pervertidos como tú.

—Le quitas la diversión a todo, Sol —se quejó su amigo haciendo una mueca.

Le dedicó una sonrisa. Una de verdad. Si tenía que pasar su noche de sábado oliendo aquel cóctel de sudores hormonados, al menos debía entretenerse con algo. Bailar también era una buena opción, pero por lo general necesitaba haber pasado por lo menos por el cuarto shot antes de batirse en la pista y esa noche era la conductora designada.

Aun así, se dejó llevar por su amigo hasta la pista. Si bailaba lo suficiente tal vez pudiera darse dos o tres tragos más sin que le afectara demasiado.

Para que Pat no pudiera decirle aburrida, dejó que la arrastrara a bailar hasta el centro de la pista. Su amigo era un muy buen bailarín, al menos eso sí tenía que concederle. La pista estaba tan llena de gente que si Sunny volteaba el rostro con seguridad chocaría contra la nuca de alguien más. Y si, era tan asqueroso como sonaba, pero estaba acostumbrada. Sus expediciones a discotecas junto a Patrick no era una novedad y al menos el Ruby Skye era de lo mejor que habían visitado.

Por unos cuarenta minutos estuvieron sepultados entre la multitud fingiendo que bailaban cuando en realidad debían lucir como si tuvieran convulsiones. No había mucho que pudieran hacer con sus habilidades de danza en un espacio tan reducido, de igual forma nadie los notaba entre tanta gente.

Sunny se permitió olvidar su estado de alerta. Por primera vez en la vida Patrick tenía razón, la probabilidad de encontrarse con la chica era como de un 1% entre tantas personas, podía olvidar lo de ser la niñera de su mejor amigo por una noche y disfrutar de la fiesta. Después de todo, aquello sería lo más cercano a un cumpleaños que tendría.

—¡Oh, por todos los santos! No puedo creerlo.

Sunny escuchó la voz apagada por la música a sus espaldas y la cara de Patrick al alzar la vista la hizo resoplar. No podía ser. En serio no podía ser que de todas las personas que había en aquel lugar, de todos los rincones, con toda la oscuridad, detrás de ella estuviera quien ella pensaba.

La sonrisa de su amigo se agrandó, si acaso era posible y casi sin darse cuenta —o eso le gustaría pensar— la echó a un lado.

—¡Venus, que sorpresa! ¿Qué haces aquí? ¿Acaso estás siguiéndome? — cuestionó entre risas, el muy hipócrita, aprovechando para apretar a la chica en un abrazo.

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora