TREINTA Y OCHO

185 20 3
                                    

El miércoles en la tarde, Sunny salió de su última clase del día harta y con dolor en el rostro de tanto contener los bostezos. Mientras huía del aula, se frotó los ojos y se recogió el pelo en una coleta desarreglada.

Se suponía que, dado que aquella era su primera semana de vaga desempleada, debía estar descansada, fresca como lechuga, pero aquellos últimos días habían sido un ir y venir y en esos momentos cargaba encima era una resaca del demonio que no la había dejado prestar atención a ninguna de sus clases.

Sólo necesitó dar un par de pasos fuera del aula para que sus ojos se fijaran en la persona al otro lado del pasillo y sin poder controlarlo, enarcó una ceja, aunque algo en su interior dio un vuelco. Max se encontraba recostado de la pared y era evidente que la esperaba a ella. Y pudo haberse sorprendido, pero dado que prácticamente lo había visto a diario en los últimos cinco días, era prácticamente normal que estuviera allí, excepto por un par de detalles.

—¿Qué haces aquí? —inquirió cuando se encontró frente a él. Sintió ganas de pisarle el meñique cuando él le lanzó esa sonrisa prepotente que parecía haber convertido en su marca personal.

—¿Te esfuerzas en hacer siempre las preguntas menos corteses?

—Tú provocas su generación espontánea —murmuró e insistió: — ¿Cómo me encontraste?

Max se encogió de hombros.

—Llamé a Patrick.

Sunny le lanzó una mirada confundida antes de comenzar a caminar por el pasillo. Agradecía haber acabado con su última clase del día, porque no creía tener paciencia para soportar a Max y luego a otro maestro desesperante.

—¿Y cómo tienes el número de Patrick?

—Porque Venus me lo dio.

Ella se contuvo para no poner los ojos en blanco. Parecía como si en los últimos días Venus se estuviera esforzando por no dejarla en paz y, de hecho, era en parte la culpable de que Sunny llevara toda la semana coincidiendo con Max de una forma poco sutil. El lunes usó la excusa de Kristal, y su incipiente romance o lo que fuera que se traían entre manos, el martes había querido mostrarles una receta que había aprendido de internet...

Y claro que Sunny se negaba, pero a ella no parecía importarle, y a Max mucho menos.

—¿Qué quiere ahora?

—No tengo idea, me llamó y me dijo que "todos" estaban en su casa. Luego me pidió que te llevara allá, aunque es casi como si tú me llevaras a mí.

Justo acababan de cruzar el umbral del edificio y aunque había un montón de estudiantes subiendo y bajando las escaleras, gente que corría a sus clases o de regreso a casa (justo como ella quería hacer) Sunny se detuvo de golpe.

—¿Estás diciéndome que por alguna razón tengo que llevarte a casa de Venus solo porque "todos" están allá? —cuestión, haciendo la misma inflexión en la palabra todos.

—Y además hay cervezas.

—¿Sabes dónde más hay cervezas? En mi casa —replicó, cruzándose de brazos.

—¿Eso es una invitación?

Sunny sintió ganas de golpearlo en la nuca, pero se contuvo. No recordaba tener tantos pensamientos violentos en su vida, ni siquiera con Patrick y eso era mucho decir. Max la exacerbaba de una forma en la que ni siquiera quería pensar, y lo peor era que parecía disfrutarlo el muy canalla.

Le dio la espalda sin responderle y comenzó a bajar las escaleras, al cabo de un par de segundos Max la alcanzó sin ningún esfuerzo y deslizó su brazo por encima del hombro de Sunny.

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora